sábado, 29 de agosto de 2015

§35 Fuegos fatuos

— Sí, nos rodean por todas partes —murmuró—. Los fuegos fatuos. Los cirios de los cadáveres, sí, sí. ¡No les prestes atención! ¡No las mires! ¡No las sigas! ¿Dónde está el amo?
(J. R. R. Tolkien, «A través de las ciénagas» en Las dos torres)
Escena de Detective Dee y el misterio de la llama fantasma (2010) de Tsui Hark


Después de un arranque luminoso, truncado por las misteriosas muertes por "combustión espontánea", que dan lugar al caso que da título a la película, se ordena que se apaguen todas las llamas del palacio imperial. La iluminación nocturna se consigue mediante las que llaman "perlas nocturnas". Tengo la impresión de que se trata del mismo fenómeno conocido como fuego fatuo (ignis fatuus).
Qué mejor forma de dotar atmósfera a una historia que mezclar enigmas fantásticos con juegos de luces. Efectivamente, la propuesta de esta cinta, enmarcable dentro del género wuxia o de artes marciales, se anticipa a la cinta Sherlock Holmes: Juego de Sombras (2011), de Guy Ritchie, en no pocos elementos. Más allá del resultado final de ambas, es indudable que la propuesta es muy entretenida y plantea algunos problemas interesantes. 
En un segundo momento pense que tratándose de una forma de luz generada por sustancias liberadas por la descomposición, principalmente el fósforo, tenía mucha lógica que, para proteger a la emperatriz de un hipotético envenenamiento —provocado o no—, se probara antes la comida (seguramente era un protocolo establecido, máxime si seguimos la locución, pero está muy bien traído a colación, dado el fuerte olor que podría enmascarar un sabor extraño). En español se dice hacer la salva a la comida o la bebida y supongo que la modernización de la profesión daría lugar a catadores y probadores (cusiosamente colación puede significar una porción de dulces, pastas y fiambres con que se obsequia a un huesped y una salva es también un disparo artillero en celebraciones, lo que nos devuelve al fósforo y la llama).

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El fósforo es un elemento químico de número atómico 15 y símbolo P. El nombre proviene del griego φώς [fos] ‘luz’ y φόρος [foros] ‘portador’. Es un no metal multivalente perteneciente al grupo del nitrógeno (Grupo 15 (VA): nitrogenoideos) que se encuentra en la naturaleza combinado en fosfatos inorgánicos y en organismos vivos, pero nunca en estado nativo. Tiene un característico olor desagradable, es muy reactivo y se oxida espontáneamente en contacto con el oxígeno atmosférico emitiendo luz.
Este elemento puede encontrarse en pequeñas cantidades en el semen, lo que hace que este fluido resalte en un color notable ante la luz ultravioleta; esto ha permitido resolver algunos casos criminales que han involucrado una violación sexual.
El fósforo blanco es extremadamente venenoso —una dosis de 50 mg puede ser fatal— y muy inflamable por lo que se debe almacenar sumergido en aceite o agua, para evitar su contacto con el oxígeno. Provoca quemaduras si entra en contacto con la piel. La exposición continua al fósforo produce la necrosis de los huesos (la presencia de este mal en la momia de Tutankamón indujo a pensar que pudo ser envenenado).
El fósforo rojo no se inflama espontáneamente en presencia de aire y no es tóxico, pero debe manejarse con precaución ya que puede producirse la transformación en fósforo blanco y la emisión de vapores tóxicos al calentarse. Fuente wikipedia

El efecto mecha. A pesar del nombre de “combustión espontánea”, lo cierto es que nunca ha habido testigos presenciales del momento de la ignición y en todos los casos con suficiente información transcurrieron varias horas desde que la víctima fue vista por última vez y el descubrimiento del cadáver. El efecto mecha (o vela) fue propuesto por D. J. Gee en 1965 como explicación de la muerte de una mujer.
Se produce cuando la ropa de la víctima se prende con alguna fuente de ingnición externa. Si se dan las condiciones adecuadas, este primer fuego quema la piel y empieza a derretir la grasa corporal. Esta grasa es absorbida por la ropa, que actúa como la mecha de una vela, alimentando el fuego de forma constante durante horas. La grasa humana arde a 215°C aunque, si está embebida en una mecha puede arder a una temperatura menor. Aunque esta temperatura es mucho menor que la utilizada en hornos crematorios, en estos la temperatura está optimizada para incinerar un cuerpo en poco tiempo, y temperaturas menores pueden conseguir el mismo efecto si actúan durante bastante tiempo.

Cornelia Zangari di Bandi, Condesa de Cesena. Este caso es famoso por haberlo citado el novelista Charles Dickens en el prefacio de su novela Bleak House (Casa Desolada, 1852). La condesa, de 62 años de edad, murió en algún momento anterior a 1731. La condesa había estado bien todo el día, pero durante la cena se encontraba «embotada y con pesadez». La doncella la acompañó a su habitación y, al día siguiente, al no levantarse a la hora habitual, fue a despertarla y encontró los restos de la condesa. Según el relato, la habitación se encontraba llena de hollín. El cuerpo de la condesa había sido reducido a un montón de cenizas que se encontraba a poco más de un metro de la cama, aunque sus piernas y parte de su cabeza se encontraban relativamente intactas. La cama y el resto del mobiliario no habían sido afectados por el fuego, pero estaban cubiertas por una capa grasienta y maloliente. En el suelo se encontró una lámpara de aceite cubierta de cenizas, pero sin aceite. La forma en la que se encontraron las sábanas parecía indicar que la condesa se había levantado en algún momento de la noche. Fuente wikipedia


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