sábado, 28 de julio de 2018

₰13: El camino de vuelta


Un nivel por debajo de la autopista hay una carretera que lleva al pueblo. A los padres no les gusta esa ruta. Prefieren que se vuelva por la pista que sale de la fábrica azucarera, donde siempre transita algún conocido y que cogen las jovencitas que buscan admiradores. Los chicos, en cambio, atajamos por la vereda del arroyo, salvo cuando viene muy crecido. Se tarda un poco más, pero es más divertido ir brincando y esquivando cada obstáculo. Hay otra senda, pero hay que meterse en un hoyo, oculto bajo el tronco de un árbol, que ya solo yo conozco.



Calla la tierra para que no sepan
sus nombres diferentes, ni su extendido idioma,
calla porque trabaja
recibiendo y naciendo:
cuanto muere recoge
como una anciana hambrienta:
todo se pudre en ella,
hasta la sombra,
el rayo,
los duros esqueletos,
el agua, la ceniza,
todo se une al rocío,
a la negra llovizna
de la selva.

Pablo Neruda, frag. El cazador en el bosque

viernes, 20 de julio de 2018

₰12: El crimen de M.W.


Las vacaciones, aparte de sus beneficios obvios, pueden ser el momento ideal para plantearse algo (o todo) desde una perspectiva diferente, aprovechando esa salida de lo que vienen en llamar el lugar de confort. De la azarosa elección de Carpatia (que suena bastante mejor que la Rumanía romántica de la agencia) puedo sacar tres ideas (que no pretendo que se tengan por originales): la absoluta ignorancia que tenemos sobre esa zona (y me da igual que hablemos de historia, arte, costumbres e incluso tópicos), que el romanticismo y los procesos intelectuales que llevan a este pensamiento parten del observador que se tiene por más civilizado y, finalmente, que donde no hay misterio, tendemos a inventarlo.
En esta última está el germen del siguiente microrrelato, un divertimento para noches de caluroso insomnio, aunque ciertamente hayan sido escasas, que he titulado el crimen de M. W. (homenaje a la gran dama del misterio, sin ser las siglas de su nombre).

El inspector lo había planteado como homicidio con ocasión de robo, para disgusto de los deudos, que reclamaban un (convenientemente) desaparecido diario, que desvelaría los celos de su consorte y los entresijos de su relación con un mancebo, que recibía amenazas de airear sus devaneos, por lo que a nadie le extrañó que, no pudiendo justificar su posesión de ciertos presentes, tomara las de Villadiego, y al que menos, a su albacea, que rastreaba transacciones a favor de un monje, ausente desde la víspera de autos y receptor tres días después de una esclarecedora misiva de la difunta. O no.

sábado, 7 de julio de 2018

Don't get me wrong

Creo que estábamos en los postres cuando la conversación derivó a un terreno insospechado. Comenzaban los primeros acordes de Don’t get me wrong, que, más allá de la nostalgia, es una canción que creo nos gusta a todos por que iguala a hombres y mujeres en sus sentimientos contradictorios cuando se sienten enamorados; a mi particularmente por asociación con Peter´s friends y supongo que lo mismo le pasa a otros con Bridget Jones’s diary. Dos películas que la incluyen en su banda sonora. Los muy freakys recordarán que el videoclip incluía escenas de The Avengers (la serie británica), con Chrissie Hynde haciendo de Emma Peel.
Don't get me wrong
if I'm acting so distracted
I'm thinking about the fireworks
that go off when you smile.
Para cuando regresé al mundo, mis amigos ya hablaban de violencia de género y lo diferentes que eran las relaciones en las sociedades animales. En concreto, la de los leones. Y pensé que ya era hora de que llegaran las vacaciones, para retozar perezosamente como un león hasta la hora de comer, amar y dormir.
Unas horas más tarde seguía dándole vueltas a estos temas, intentando traer un recuerdo de algo leído hace bastantes años. Se trataba de un relato originariamente titulado The world the children made, de R. D. Bradbury, aunque yo lo había descubierto primero en un pase en la TVE del film The illustrated man. Tomo prestada de él la idea y algunas impresiones para las siguientes líneas, con la economía acostumbrada.

₰11: Vacaciones en la sabana

Un día nos dimos cuenta de que ya habíamos estado en todos los lugares que siempre habíamos querido visitar. Decidimos entonces acondicionar una sala donde aglutinar cada recuerdo, aunque fue Rai quien la construyó siguiendo nuestras especificaciones. En sus paredes se reproducen en fabulosa tridimensionalidad los datos del hipocampo. Ya no anhelábamos las vacaciones. En cualquier momento, al salir del trabajo o de una reunión, podíamos disfrutar de nuestro retiro. Al cabo de un tiempo, apenas abandonábamos un claro de la sabana donde refocila una manada de leones tras dar cuenta de alguna incauta criatura, cuyos gritos… suenan a conocidos.