domingo, 24 de abril de 2016

§70 El cabo suelto

Como afirmó en cierta ocasión Sherlock Holmes: «Es un craso error elaborar teorías antes de contar con los datos».
Katherine Neville, El Ocho (1988), p.141

Hace aproximadamente un año comencé a extraer escenas de películas, intentando ilustrar que también a veces el bosque no deja ver las ramas, a raíz de un comentario desatinado de entre cientos de ellos del mismo tipo. Como hacía poco que había visto El último concierto (2013) de Yaron Zilberman, donde Christopher Walken obsequiaba a sus alumnos con una lección magistral, de dos supuestos encuentros con Pau Casals, en la que se alababa cualquier pequeño detalle sobresaliente que, por aportar un algo de belleza, singularidad o qué sé yo (ese je ne se qua tan difícil de traducir), por encima de cualquier comentario de los que sólo juzgan contando los errores, me pareció una forma concisa y elegante de zanjar el asunto. Tenía los conocimientos y los medios no serían un problema —alguna que otra concesión sin importancia, me dije—. Entonces me topé de bruces con el muro de los derechos de autor, el propietario legal y otras cortapisas que hicieron que tuviera que estrujarme la sesera para no dejar a aquél sin una respuesta.
[Ahora me comunican que el video no se verá en algunos tipos de dispositivo, pero sí en YouTube]
Visto ahora, reconozco que nunca creí que el esfuerzo sirviera para algo más que calmar mi desencanto y que aquel comentario junto con mi réplica estarán reposando en el pozo sin fondo de las discusiones pasadas. Pero el ejercicio no fue del todo en balde (al menos para mi), y ahora sigo entresacando momentos cinematográficos y esforzándome en darles un contenido personal —sin mucho ruido, cierto, pero no es lo que busco— como forma de airear mis demonios.
Así que gracias a la historia del violonchelista había encontrado un camino entre mis errores, que disfruto sorteando casi cada semana. No puedo ufanarme de haber pronunciado una sola frase trascendental, pero quedar impasible tampoco me parece una alternativa aceptable.
En estos tiempos, la posibilidad de acceder inmediatamente a cientos o miles de películas ha convertido al espectador habitual en un crítico implacable por la simple acumulación de títulos. El número de comentaristas ha crecido de forma exponencial (hay casi tantos como seleccionadores nacionales) y tienen un abrumador denominador común: la opinión de que cada vez se hace peor cine, que no hay creadores, que se repiten las fórmulas y que se reciclan ideas. Algo de eso hay, pero también lo hubo, pues la historia del cine está repleta de nuevas versiones de viejas historias que por mor de probar algo nuevo, suponen un avance (los retrocesos también lo son, vistos con la suficiente perspectiva).
Quizás sólo los aspectos técnicos más sofisticados se salven de la quema, justo el tiempo que media hasta que alguien saca una aplicación que hace lo mismo con la disponibilidad de un móvil, por poner un ejemplo.
El tiempo es lo que hace que todo vaya tan rápido.
No puedo estar de acuerdo.

Escena de Backtrack (2015) de Michael Petroni

Cuando una película transita el territorio de la psiquiatría, los sueños y los fantasmas del pasado, es fácil esgrimir varias referencias cinéfilas y que muchas veces sea  acertado conectarse con esta nueva mitología postmoderna; el buscador de originalidades debe ser consciente de la trampa de hacer juicios precipitados y la contradicción implícita que supone.
Por ello el controvertido personaje que interpreta Sam Neill (doblado por Manolo García, que también dobla a Walken en la mencionada cinta) resulta ser un recurso conveniente para que el protagonista pueda analizar lo que le está ocurriendo, sin tener que recurrir a la narración interior, estableciendo una relación médico-enfermo paralela a la que Adrian Brody mantiene con sus pacientes.
Desde las primeras líneas se establece la jerarquía de personalidades en un diálogo que comienza como un interrogatorio: el profesor indaga en los síntomas describiendo una trayectoria envolvente mientras que el alumno evita el enfrentamiento, hasta que termina sentado en el banquillo, reconociendo que tiene un problema. 
La cita a Jung evita tener que utilizar el término psicoanálisis y sugiere la represión como el mecanismo de defensa utilizado frente al trauma (no necesariamente sexual, como defendía Freud), la importancia de los sueños y la necesidad de profundizar en ellos para su correcta interpretación. Justo en este momento, el protagonista se sumerge y trasciende la terapia —la precipitación hace que parezca un poco forzado—, lo que da pie a comentar la imagen de Pieter Brueghel, Paisaje nevado con trampa para pájaros (1565), que sirve como punto de inflexión en la trama y fija el quid en un suceso del pasado del protagonista, lejos de todo aquello que hemos visto y sobre todo del acontecimiento que marca su tragedia.
Como anécdota, hay dos anomalías que serían borrones en otro tipo de película: la pared y los cuadros entre los que está el Brueguel no concuerdan con la sala que hemos visto y, sobre todo, que el cámara confunda la ventana dentro del cuadro con el hueco por el que se oculta el extremo de la cuerda —quiero pensar que puede explicarse como fruto del desarreglo del personaje y que aún no pueda mirar directamente la causa, como no pudo recordar qué le distrajo justo antes del accidente; pero es una disculpa que se me ocurre a vuelapluma—.

Esta es la copia del Prado realizada por Brueghel el Joven en 1601
Curiosamente este cuadro también fue retratado en El Espejo (1975), de Andrei Tarkovski, donde el pájaro representa el alma vital (o alguna de sus cualidades, como la inocencia); aunque siempre es resbaladizo interpretar los elementos introducidos por este director, que defendía que sus imágenes no significaban más allá de ellas mismas y que quedaban justificadas en su excepcionalidad. Y la trampa puede aludir a la indefensión frente la sociedad, que continúa con sus juegos, ignorante (o no).
Inquietante imagen, máxime por su naturalidad apacible.

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Paisaje nevado con patinadores y trampa para pájaros (hacia 1601. Óleo sobre tabla, 40 x 57 cm.) del Museo del Prado es una de las copias del original pintado por Pieter Brueghel el Viejo en 1565 hechas por su hijo, Pieter Brueghel el Joven, a partir de 1601, puesto que la copia del Kunsthistorisches Museum de Viena, que se considera la más antigua de estas copias del hijo, está firmada y fechada ese año. A los pies del espectador se abre un amplio panorama ocupado por una aldea con un canal helado que serpentea entre las casas. A lo lejos, en el horizonte, se recorta el perfil de una ciudad. Sobre el hielo figuran numerosos personajes patinando o jugando al colf —veo también un grupo practicando curling—, un juego que tiene su origen en el siglo XIII y que hizo furor en el XVII, hasta el punto de que los gobiernos municipales se vieron obligados a publicar numerosas regulaciones para restringirlo a determinadas áreas fuera de la ciudad. Finalmente quedó prohibido. Sobrevivió en Escocia y desde allí volvería al continente en el siglo XIX transformado en el golf actual. La unidad y la exactitud descriptiva invitan a pensar que Pieter Bruegel el Viejo copió un paisaje real. Sin embargo, como es habitual en este pintor, el naturalismo es aparente. El papel preponderante de la jaula de pájaros a los pies del árbol que se eleva en el primer plano y la presencia de los patinadores han llevado a algunos autores a interpretar esta escena como una alegoría moralizante sobre la fragilidad de la existencia humana, que está expuesta a peligrosas trampas. Fuente Museo del Prado

martes, 19 de abril de 2016

§69 Una manzana podrida

About an old proverb, the words that say:
“A rotten apple‘s better thrown away
Before it spoils the barrel.” That is true
When dealing with a bad apprentice too.
Geoffrey Chaucer, The Cook's Tale
En castellano no es un concepto tan común como en tierras anglosajonas, pero a nadie se le escapa el significado de una manzana podrida, ni que dañe a sus vecinas, parafraseando el proverbio del siglo XIV. En repetidas ocasiones he oído decir alegremente que son las malas compañías, la rama torcida y otras formas de prejuicio tan afines a la sabiduría popular, por otra parte muchas veces tan certera, sin detenerse en intenciones, si son justificables o justificadas y, sobre todo, en las consecuencias.
Comienza la cadena en la inmediata adyacente, la manzana vecina, que transita de la envidia provocada por la insolente precocidad, (que se confunde a menudo con asaz procacidad) al rechazo natural por las postrimerías, pasando por el desprecio al ajado cuando se hace evidente. Escucha después con avidez la que guarda la portería las noticias que escurren de arriba, tomando lo que le parece, imaginando más de lo que debe. Y todas las demás recrean aquí y allá lo que su alcance les permite. Así parece más que barril, pozo de sabidurías anegadas de caución a la mudanza, que no por menos esperada deja de ser ominosa a fin de cuentas.
Quien fue artífice de tal disposición tenía motivos (los suyos), aunque no fueran precisamente la nobleza o el azar, sino la economía (definitivamente, la suya), también de esfuerzo y espacio. Y siendo causa y beneficiado principales del desorden, va, maldice la suerte y escarba curioso la montonera por si haya maca, la expurga y acaba con la algazara que se ha montado. Que ya se sabe lo que pasa cuando muere el perro.
Luego están el observador y el comentarista ocasional de cafetería, que aún ajenos aportan generosos pábulo al batiburrillo y lo agrandan, lo difunden y generalizan, cual pan nuestro. Y si da para abundar, el que lo traslada, el que lo descarga, seguido del que prepara el mostrador, el de las voces, el comerciante, el cajero, el comprador y quien finalmente se regocija, que para eso paga. La sociedad del consumo del chisme en pleno.
Pero si la galana lo merece, será gran desperdicio que se marchite a solas, derroche que su aroma no despierte a otras la sazón y pérdida sino revienta las duelas ceñidas por flejes de conveniencia.
Me retuerce las tripas tan vulgar contención (y de acá, el vómito).

Escena de Horizontes Lejanos (1952) de Anthony Mann

Tampoco parece James Stewart muy de acuerdo con el tópico de las manzanas cuando se aplica a las personas. Como la mayoría de los colonizadores de cualquier historia tiene un pasado del que no está orgulloso y busca empezar de nuevo. Tierras de nuevas oportunidades donde se le juzgue sólo por lo que aporta, puedan remover los errores con los cimientos y forjar un futuro, tan impredecible como el de cualquiera. Solo por esta metáfora —y poder escuchar de nuevo "Nunca debimos abandonar el Mississippi"— merece recuperar esta entretenida epopeya de Anthony Mann, injustamente olvidado, como otros padres del western.
Visto desde hoy, es fácil caer en la cuenta de que el marcado Cole, un Arthur Kennedy magnífico en cada uno de sus papeles secundarios, no recibiría apenas recompensas (cinco nominaciones al oscar, ningún galardón), mientras que el apuesto Troy, Rock Hudson (una nominación por Gigante en 1956, que tampoco obtuvo premio), una de las estrellas favoritas para el público femenino de los 50's, se convirtiera en un icono cultural al declarar públicamente padecer sida (dos meses antes de fallecer) y su homosexualidad. Burt Lancaster, uno de los pocos amigos que le quedaban, leyó el último mensaje del actor antes de su muerte:
“No estoy feliz por tener sida, pero si esto puede ayudar a otros, al menos puedo saber que mi propia desgracia tiene un valor positivo”.
Esto hizo que el presidente Ronald Reagan —quien había sido amigo personal de Hudson— se viera obligado a hacer frente a una epidemia que su administración había ignorado durante cerca de un lustro, con consecuencias fatales para los enfermos.
Pese a ello, hasta 1987 el presidente no se pronunció públicamente sobre el VIH/sida, que en círculos conservadores se veía como un "castigo de Dios" contra los homosexuales por su estilo de vida.

1984: Rock Hudson en una recepción con los Reagan casi un año y medio antes de su fallecimiento. Fuente wikipedia
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Se denomina fruta a aquellos frutos comestibles obtenidos de plantas cultivadas o silvestres que, por su sabor generalmente dulce-acidulado, por su aroma intenso y agradable, y por sus propiedades nutritivas, suelen consumirse mayormente en estado fresco, como jugo o como postre (y en menor medida, en otras preparaciones, una vez alcanzada la madurez organoléptica, o luego de ser sometidos a cocción). Su consumo aporta pocas calorías y un alto porcentaje de agua (entre 80 y 95 % de su peso fresco), por lo que facilita la hidratación del organismo. Algunas frutas son fuentes de ácidos grasos esenciales para el organismo, tales como los frutos secos. Son además una importante fuente de energía para el organismo por su alto contenido en hidratos de carbono solubles de rápida disponibilidad.
Las transformaciones que se producen en las frutas debido a la maduración son:
  • Degradación de la clorofila y aparición de pigmentos amarillos nombrados carotenos y rojos, denominados antocianos.
  • Degradación de la pectina que forma la estructura.
  • Transformación del almidón en azúcares y disminución de la acidez, así como pérdida de la astringencia.
Estas transformaciones pueden seguir evolucionando hasta el deterioro de la fruta. El etileno es una hormona vegetal que genera la fruta antes de madurar y es fundamental para que se produzca. En las frutas maduras su presencia determina el tiempo de la maduración, por lo que el control de sus niveles es clave para su conservación. En las no climatéricas la presencia de etileno provoca una intensificación de la maduración: en el caso del producido por las manzanas, se suele aprovechar para acelerar el proceso en frutas verdes para presentarlas maduras en el supermercado.
La manipulación de la maduración también se puede hacer modificando la temperatura, la humedad relativa y los niveles de oxígeno, dióxido de carbono y etileno. Fuente wikipedia

domingo, 10 de abril de 2016

§68 Préstamos alemanes

No hay más felicidad para el hombre que comer y beber y gozar él mismo del bienestar de su trabajo. Y yo considero que esto viene de la mano de Dios.

Eclesiastés 2-24
El cine bélico, en general, y el que narra distintos episodios de la Segunda Guerra Mundial aglutinan tantos títulos que renuncio a dedicarle tan poco espacio que me obligaría a enumerar sólo los tópicos. Por ello me centraré en una escena que me ha llamado la atención (se puede encontrar el mismo corte en la red en versión original, pero no en castellano) que pertenece al metraje de Corazones de Acero. La película, aunque no puede dejar de mostrar los horrores del conflicto, se centra en las relaciones del pequeño equipo que forma un tanque con la excusa de la incorporación de un soldado bisoño. No parece muy original, pero si destacable, al menos para mi, porque he sido parte (y lo sigo siendo) de numerosas unidades de tamaño similar al del que se habla.

Escena de Corazones de Acero (2014) de David Ayer

Esta convivencia, en el mejor de los casos, deriva en un tipo de amistad muy particular que nace de la camaradería y se sustenta en la consecución de objetivos comunes —con frecuencia recuerdo haber comentado que "no tenemos porqué ser amigos, ya somos compañeros"—. Y cuando se alcanzan los resultados (o cambian) se pueden formar nuevos equipos y las relaciones tienden a desaparecer, sin que medie disensión: la camaradería itinerante en la ejecución de un destino común a la luz fría y penetrante de la inexorable e irrebasable posibilidad del propio morir (Pedro Laín Entralgo).
Por cierto, el origen de camarada está en la estrecha amistad que se forjaba entre soldados y oficiales que vivían en la misma cámara, en el ejército Español del siglo XVI. La función del camarada era, entre otras, la de hacerse cargo del testamento en caso de fallecimiento en combate de uno de los integrantes, amén de otras responsabilidades personales de las que la organización del Ejército no se hacía cargo. Las cámaras solían estar integradas por un capitán y cinco o seis oficiales. Y en el caso de la tropa en igual número de soldados.
Los camaradas vivían juntos, compartiendo beneficios, pertenencias, peligros e infortunios. La organización de la camaradería se extendió en Europa por la influencia de la Infantería Española en las guerras de Flandes.
Por eso los integrantes del Fury acogen al novato con generosidad, esperando que les recompense rápidamente con la precisión que necesitan de su puesto: matar alemanes. No solo nazis. Cualquier elemento armado que suponga una amenaza para la supervivencia, incluidos los niños. Lo que prima es acabar con el enemigo. Así es el trabajo y, cuando se hace bien, es el mejor de todos. El único que tenemos. Nuestra existencia. Por eso interpreto la frase "el mejor trabajo que he tenido" como una exaltación de la vida (y, en este caso, a pesar de ser o precisamente por ser precaria, terrible y probablemente corta).
Ese momento es tan fulgurante como efímero. Cuando ocurre, ya ha pasado. Como al hacer repaso del año. En el momento que termina la celebración hay que empezar con el siguiente trabajo y el contador de logros pasa a marcar cero de nuevo. La vida continúa.

El Panzer I, antepasado del Panther y el Tiger, no parece visto así muy temible. ¿Qué pensaría Franco cuando Hitler le envió 4 unidades al comienzo de la Guerra Civil?
A esta dura realidad se suma lo inevitable de la intimidad en el tanque, más claustrofóbico que un submarino, más constreñido que una celda y lo menos ergonómico que pueda haber —¡frío, viciado, incómodo, alguien da más? He leído, no se dónde, que Patton ordenó que llevaran una escoba—; es difícil algún virtuosismo de cámara en tal espacio, pero el operador ha conseguido que El Biblia parezca dentro de un confesionario, donde una manilla simula una cruz y que el sargento esté imbuido por una aureola casi premonitoria.
Pero en la guerra no hay bandos buenos.

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[Los préstamos lingüísticos se refieren a una palabra o morfema de un idioma, tomada o prestada con poca o ninguna adaptación por la influencia cultural que supone. Tienen las formas de extranjerismos (en este caso, germanismos), más o menos adaptados, y calcos semánticos (lo que se adopta es la traducción literal).]
Los nazis consiguieron sacar provecho de la insatisfacción generalizada de su país por la crisis económica y el resultado de la guerra partiendo de la base del ideal Volksgemeinschaft (‘comunidad del pueblo’), una sociedad armoniosa, libre de conflictos y de barreras entre las clases sociales, que se había hecho popular durante la Primera Guerra Mundial, convirtiéndolo en la clave de su pensamiento. Propugnaba una unidad casi mística relacionada con la doctrina del Blut und Boden (‘sangre y tierra), la relación del campesino con su tierra. 
Utilizaron políticas populistas como el Winterhilfswerk (‘auxilio de invierno del pueblo alemán’), campaña para financiar obras de caridad que aliviaran las necesidades de los menos privilegiados y contribuyeran a la estabilización interna. El movimiento Kraft durch Freude (‘fuerza a través de la alegría’) fue una organización nazi dedicada a estructurar, vigilar y uniformar el tiempo libre de la población; era parte de la Deutsche Arbeitsfront (‘frente alemán del trabajo’), sindicato unificado nacionalsocialista. Organizaba viajes, excursiones y vacaciones, como una agencia de viajes del Tercer Reich. En realidad la más grande del mundo de los años 30.
Y consiguieron convencer al pueblo alemán de que ellos les llevarían los cambios que necesitaban. Primero otorgándoles una nutrida representación en las urnas, luego permitiéndoles subvertirlas tras el incendio del Reichstag con el Gleichschaltung (‘coordinación, unificación’) proceso mediante el cual se estableció el control totalitario sobre el individuo, la sociedad y la economía, que culminó con el nombramiento de Hitler como Canciller.
Todos estos términos, aparentemente progresistas, pero en realidad vehículo de difusión del nacionalsocialismo, han quedado en el olvido de las buenas intenciones. Al período que le siguió, en cambio, le debemos otros préstamos que lograron más proyección.
GESTAPO (contracción de Geheime Staatspolizei, ‘policía secreta del estado’) formada por oficiales de carrera y profesionales del derecho, cuya función fue investigar y combatir todas las tendencias peligrosas para el nuevo estado: los casos de traición, espionaje y sabotaje, además de los ataques criminales al partido nazi; lo que de facto le otorgó carta blanca, situándola por encima de la ley y cualquier control jurisdiccional.
Schutzhaft (‘custodia preventiva’) era un procedimiento de la Gestapo que le permitía ordenar el encarcelamiento sin procedimientos legales, incluso en campos de concentración, con el "simple" consentimiento firmado de la persona acusada.
Reichsministerium für Volksaufklärung und Propaganda (‘Ministerio del Reich para la ilustración pública y propaganda’) fue el departamento responsable de la regulación de la prensa, la literatura, el arte visual, el cine, el teatro, la música y la radiodifusión. Aunque la palabra propaganda es usada a veces como sinónimo de exageración o abuso, en realidad significa expansión, diseminación; tomaron el nombre de una institución poco conocida de la Iglesia orientada a la propaganda de la fe (Sacra Congregatio de Propaganda Fide), fundada en 1622 por el papa Gregorio XV (hoy Congregación para la evangelización de los pueblos).
La Blitzkrieg (literalmente ‘guerra relámpago’) nombre que recibe una táctica militar de ataque que implica un bombardeo inicial, seguido del uso de fuerzas móviles atacando con velocidad y sorpresa para impedir que el enemigo pueda llevar a cabo una defensa coherente. 
Cierro este pequeño repaso con los sobradamente conocidos Panzerkampfwagen, abreviado Panzer (‘vehículo blindado de combate’), Waffen Schutzstaffel o Waffen-SS (‘escuadras de protección armadas’), Sonderkommandos (‘comandos especiales’), Konzentrationslager (‘campo de concentración’), Zyklon B (un pesticida con base de cianuro), Endlösung (‘solución final, Holocausto’), bunker y Totalen Krieg de Goebbels (‘guerra total’); aunque ésta fuera una contribución a la guerra de secesión americana de W. T. Sherman, a quien homenajearon bautizando con su nombre los carros de combate.
Ustedes no pueden calificar la guerra en términos más duros de lo que yo haré. La guerra es crueldad, y ustedes no la pueden civilizar; y aquellos que llevaron la guerra a nuestro país merecen todas las maldiciones y condenas que la gente pueda verter sobre ellos.
(...) Quiero la paz, y creo que sólo se puede alcanzar a través de la unión y de la guerra, y conduciré siempre la guerra con el propósito de un éxito temprano y perfecto.
Fragmentos de la carta del mayor general William T. Sherman al alcalde y Consejo de la ciudad de Atlanta, 12 de septiembre de 1864.

domingo, 3 de abril de 2016

§67 El alquimista de Bután

En la anterior entrada había dejado premeditadamente de hablar de la portada del tríptico de El carro de heno. La intención no era tanto crear intriga, que desapareció con los buscadores de internet, como encabalgar con la siguiente escena, de una película que tiene el aliciente de que su realizador sea un lama de Bután: también autor de La copa (1999), largometraje inaugural para este país (eso creo) que sorprendió a propios y extraños en su día y posibilitó esta nueva aventura. En ambas, sin querer parecer demasiado condescendiente, predomina la sencillez y conocimiento de lo que se narra, no exento de un cierto proselitismo ─¿qué otra cosa cabría esperar de un monje?─

Escena de Viajeros y Magos (2003) de Khyentse Norbu

La ética que propone es tan universal que puede ilustrarse no solo con una película de iniciación budista. Porque si se trata de referencias, creo que no es más que otra paráfrasis de Las mil y una noches (el cuento de la noche número 351), en definitiva las aventuras de un héroe ─la broma maliciosa, ajena a la película, no acaba en que sea funcionario─ que busca su tesoro lejos de su hogar, para terminar regresando al punto de partida una vez ha sido transformado por el viaje; como ya hiciera Paulo Coelho en su conocidísimo El alquimista (1988) y antes condensara admirablemente Jorge Luis Borges en "Historia de dos que soñaron" (Historia universal de la infamia, 1935), que por elegante y conciso, bien merece dos minutos de lectura:
Cuentan hombres dignos de fe que hubo en El Cairo un hombre poseedor de riquezas, pero tan magnánimo y liberal que todas las perdió menos la casa de su padre, y que se vio forzado a trabajar para ganarse el pan.
Trabajó tanto que el sueño lo rindió una noche debajo de una higuera de su jardín y vio en el sueño un hombre empapado que se sacó de la boca una moneda de oro y le dijo: "Tu fortuna está en Persia, en Isfaján; vete a buscarla". A la madrugada siguiente se despertó y emprendió el largo viaje y afrontó los peligros del desierto, de las naves, de los piratas, de los idólatras, de los ríos, de las fieras y de los hombres.
Llegó al fin a Isfaján, pero en el recinto de esa ciudad lo sorprendió la noche y se tendió a dormir en el patio de una mezquita. Había, junto a la mezquita, una casa y por decreto de Alá Todopoderoso, una pandilla de ladrones atravesó la mezquita y se metió en la casa, y las personas que dormían se despertaron con el estruendo de los ladrones y pidieron socorro. Los vecinos también gritaron, hasta que el capitán de los serenos de aquel distrito acudió con sus hombres y los bandoleros huyeron por la azotea.
El capitán hizo registrar la mezquita y en ella dieron con el hombre de El Cairo y le menudearon tales azotes con varas de bambú que estuvo cerca de la muerte. A los dos días recobró el sentido en la cárcel. El capitán lo mandó buscar y le dijo: "¿Quién eres y cuál es tu patria?" El otro declaró: "Soy de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombre es Mohamed El Magrebí". El Capitán le preguntó: "¿Qué te trajo a Persia?" El otro optó por la verdad y le dijo: "Un hombre me ordenó en un sueño que viniera a Isfaján, porque ahí estaba mi fortuna. Ya estoy en Isfaján y veo que esa fortuna que prometió deben ser los azotes que tan generosamente me diste".
Ante semejantes palabras, el capitán se rió hasta descubrir las muelas del juicio y acabó por decirle: "Hombre desatinado y crédulo, tres veces he soñado con una casa en la ciudad de El Cairo, en cuyo fondo hay un jardín, y en el jardín un reloj de sol y después del reloj de sol una higuera y luego de la higuera una fuente, y bajo la fuente un tesoro. No he dado el menor crédito a esa mentira. Tú, sin embargo, engendro de mula con un demonio, has ido errando de ciudad en ciudad, bajo la sola fe de tu sueño. Que no te vuelva a ver en Isfaján. Toma estas monedas y vete."
El hombre las tomó y regresó a su patria. Debajo de la fuente de su jardín (que era la del sueño del capitán) desenterró el tesoro. Así Alá le dio bendición y lo recompensó.
"Dijo el loco en su corazón: No hay Dios.

Se corrompieron, hicieron obras abominables; no hay quien haga bien."
(Salmo XIV)
Con esto he gastado casi todo el espacio de la entrada sin apenas aportar nada. Se me habrá pegado algo de aquel que quería buscar manzanas cuando estaba sentado junto a uno que tenía el cuévano lleno; del fabricante de papel de arroz consciente de que el importado es más barato lo que le abocará a la precariedad; de su hija, que también lo sabe y sacrifica un futuro universitario que podría aliviar la vejez de su padre; del monje ─he estado a punto de llamarle "butanero", por los colores chillones, pero sonaba irrespetuoso─ de actitud contemplativa; del radiocassette que funcionaría con un montón de pilas D, de no tenerlas agotadas y la maleta que no cierra sin cincha ─Manolo Tena († 4/4/2016) con acompañamiento de dranyen─. 
Elogio, al fin y al cabo, de ese hombre sencillo que, como el del cuadro, logra no inmiscuirse en los negocios de sus acompañantes y llegar a su destino.
Prefiero esta interpretación desenfocada en este viajero anónimo, que a la postre es al que todos echarán de menos, que la muy realista de que si partes en pos de tus sueños y no los alcanzas a una determinada edad, reconoces en la apacibilidad tu consuelo.
Será mi vena romántica. 

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El loco es la carta sin número del tarot (prosigo con el artículo de Isidro G. Bango Torviso sobre El carro de heno, en Museo del Prado):
"Las dos caras externas del tríptico cerradas configuran una única escena: el hombre en el proceloso camino de la vida, próximo en su intención al caminante extraviado en el canto primero de la Divina Comedia: «A la mitad del camino de nuestra vida, perdido el recto sendero, me encontré en una oscura selva [...] así mi ánimo, aún fugitivo, volviose a mirar aquellos parajes».


El estado físico y material del caminante es lamentable, el deambular vital lo ha dejado tan abatido que se vuelve con un rictus de amargura y melancolía, dando la espalda a unos bandidos, a una pareja de lujuriosos —los aldeanos que danzan al son de la gaita—, defendiéndose con el bastón de un fiero perro. Su lastimoso caminar se ensombrece aún más por la presencia de unos cuervos revoloteando sobre unos huesos y, especialmente, por la existencia de una horca cuya silueta se recorta sobre el celaje del fondo.
Nuestro personaje, aunque malparado, ha salido triunfante sobre los males que le acechaban. No le atrae ninguna de las necedades humanas; los hombres, no comprendiendo esto, le llaman loco, pues para ellos es inconcebible que no se deje arrastrar por las pasiones tal como muestran las imágenes del interior del tríptico.
El mensaje moralizador resulta evidente; pero ¿de dónde procede el iconograma y la exégesis de la idea? El personaje ha sido casi siempre relacionado con el vigésimo segundo Arcano Mayor de los naipes (Combe, 1946). Representa el final del juego; aquí, de la vida. Su iconografía en la baraja es un hombre con hatillo al hombro y bastón a la diestra; un perro intenta morderle. No dudamos de que el iconograma del viejo peregrino coincide con el vigésimo segundo Arcano, pero solo en tanto en cuanto que está definiendo la imagen de un loco tal como se concebía en el siglo XV. Nuestro loco y todo el desarrollo iconográfico del tríptico corresponden a la ilustración plástica del salmo XIV (XIII)."