miércoles, 25 de mayo de 2016

§74 Voces de la noche

♫ In the wee small hours of the morning
While the whole wide world is fast asleep
You lie awake and think about the girl
And never, ever think of counting sheep
When your lonely heart has learned its lesson
You'd be hers if only she would call
In the wee small hours of the morning
That's the time you miss her most of all
When your lonely heart has learned its lesson
You'd be hers if only she would call
In the wee small hours of the morning
That's the time you miss her most of all
En las primeras horas de la mañana
Mientras todo el mundo duerme
Te despiertas y piensas en ella
Y nunca, nunca en contar ovejas
Cuando tu corazón ha aprendido la lección
Serías suyo si solo te llamara
En las primeras horas de la mañana
Es el momento en el que más la extrañas
Cuando tu corazón ha aprendido la lección
Serías suyo si solo te llamara
En las primeras horas de la mañana
Es el momento en el que más la extrañas
[Traducción propia]
Suena la balada In the Wee Small Hours cantada por Carly Simon —inolvidable su Let the River Run, Oscar a la mejor canción en 1989—, que fue escrita por David Mann y Bob Hilliard especialmente para Frank Sinatra (de ahí que en esta versión se haya adaptado la letra para una mujer). Con ella se abría su álbum homónimo de 1955, considerado uno de los primeros "álbum concepto", pues todas las melodías se relacionan con sentimientos de soledad, introspección, amores perdidos, relaciones fallidas, depresión y vida nocturna, cuando hasta entonces lo normal era que los discos incluyeran una selección aleatoria de éxitos.

Sinatra pisó por primera vez España en mayo de 1950 y lo hizo con el único propósito de encontrarse con Ava Gardner, que estaba rodando Pandora y el holandés errante en la Costa Brava
Su portada retrata a Sinatra, parado en una calle misteriosa y desierta, iluminada de azul, reflejo del estado de ánimo del artista tras su separación de Ava Gardner. Fue un éxito de ventas que relanzó su carrera, alcanzando la posición 3 de las listas EE.UU., donde permaneció 18 semanas,  y se convirtió en el mayor éxito del cantante desde Songs by Sinatra de 1947. Rolling Stone lo colocaría en el número 101 de la lista de los mejores álbumes de todos los tiempos.

Escena de Algo para recordar de Nora Ephron (1993)

"¡Bienvenidos a lo mejor de Marcia Fieldstone, psicóloga clínica y la amiga que usted nunca tuvo!"
La protagonista de esta escena es la inefable locutora, doctorada en la misma universidad que la doctora Elena Francis (cum laude, ambas) y su voz calma, hipnótica y llena de esa seguridad que hace que generaciones de corazones solitarios quieran seguir escuchando, profundizando, asimilando, cual mentalista de las ondas. Meg Ryan cede a la tentación y con aparente inocencia consuma el engaño a su prometido, que ronca plácidamente en el dormitorio de arriba. Con un simpático gesto enciende la radio y coge la manzana (el eficaz símbolismo de Eva) que se dispone a pelar, ensimismada con la evocación de un romanticismo que anhela tanto.
A pesar de todo, el tono es tan elevado que abruma. Me refiero a la melodía, la cocina de rosa con esa profusión de detalles de las estampas de los cincuenta, la nevera barrigona. Tienta, incluso hoy, tanto a los románticos irreductibles, como espanta a los más sensatos, que anotan cada uno de los tópicos trasnochados que acumula toda la película. No deja indiferente a nadie, casi seguro porque está fuera del tiempo —no quiero decir que sea intemporal, sino que no encaja en ningún momento, como una ensoñación o un desvelo—.
Sin querer, me viene a la mente El pequeño Nemo en el país de los sueños (Winsor McCay, New York Herald, 1905-1911), el primer clásico del cómic, en el que se cuentan las aventuras de un niño que despertaba siempre en la última viñeta. Pero sus sueños tenían una continuidad narrativa que también enganchaba —claro que también lo relaciono con Matrix (1999), que no tiene nada que ver con ésta—.
Cosas de la noche, que, a veces, juega con la realidad.

Nemo significa 'Nadie', como sabemos por Julio Verne

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El consultorio de Elena Francis fue un programa de radio emitido en España entre 1947 y 1984 de una duración de entre 30 y 60 minutos diarios, estructurados en torno a la correspondencia de las oyentes, fundamentalmente mujeres, en un tono muchas veces cercano a la confidencia.
El espacio surgió en un momento de renovación de los contenidos de los programas de radio como soporte publicitario del naciente negocio cosmético, pero pronto se reveló como una fenomenal forma de adoctrinamiento para la mujer dentro del régimen franquista (al que llegó a sobrevivir un tiempo). Detrás de la supuesta doctora se creó un grupo de "expertos", incluido un sacerdote y un psicólogo, que preparaban los guiones que interpretaron sucesivamente tres locutoras Maria Garriga, Rosario Caballé y, la más recordada, Maruja Fernández. A partir de 1966 se encargó de esta tarea el periodista y crítico taurino Juan Soto Viñoto —¡vaya usted a saber porqué!—.
Todo estaba estudiado, la música, la lectura de la pregunta de la oyente, un breve paréntesis amenizado por una melodía, en que parecía que la doctora meditaba la respuesta y el comentario. Era como un ritual, una misa, en que había muchas Francis, la amiga, la confidente, la directora espiritual, pero también la censora, la juez y la represora.

—"Hazte amiga de Francis"— rezaban las voces sobre el tema Indian Summer (también tuvo su versión por Frank Sinatra), que he llegado a odiar sin paliativos.
Cuando en 1982 Gerard Imbert en su libro Elena Francis, un consultorio para la transición, reveló la inexistencia del personaje y que se habían aprovechado de la ingenuidad de las mujeres españolas, los responsables todavía tuvieron la desfachatez de afirmar que “Elena Francis existe, es un ente físico. Se trata de una señora muy digna, muy preparada y muy amante de su intimidad, que tendrá en la actualidad entre 68 y 70 años. No es posible hablar con ella porque sigue una norma estricta de no conceder entrevistas ni aparecer en público".
Lo único auténticamente real eran las 20.000 cartas que llegaban cada mes de toda España al Instituto de Belleza bajo seudónimos como “una desgraciada”, “una mujer que sufre”, “una esclava del amor”, “una despechada”, “una víctima de su propio error” o “una pecadora arrepentida”. Fuente El País

jueves, 19 de mayo de 2016

§73 Frontera garbancera

Humpty Dumpty sat on a wall,
Humpty Dumpty had a great fall.
All the king's horses and all the king's men
Couldn't put Humpty together again.
Humpty Dumpty en un muro se sentó,
Humpty Dumpty de él se cayó.
Ni todos los caballos ni todos los hombres del Rey
pudieron a Humpty recomponer.
(originalmente no se decía que Humpty Dumpty era un huevo)
Al cine siempre le han fascinado las fronteras. Eso es tanto como decir que al hombre siempre le ha interesado hasta dónde podía llegar. Sin esa capacidad, es difícil que se hubiera producido avance alguno. Pero por necesaria no deja de ser una arbitrariedad más. Cada uno establece unos límites y, de alguna forma, se llega a un acuerdo sobre dónde quedan. La frontera establece desde entonces la seguridad del ser y el no ser, del bien y del mal, del yin y del yang. El dualismo intrínseco a todo lo existente en el universo, si nos atenemos al taoísmo, traído a lo cotidiano.
Ahora bien, en el mundo real no es fácil distinguir en qué lado estamos. Vemos la frontera como el borde de una silueta demasiado grande para saber a qué pertenece. Vivimos en la tranquilidad de la existencia de unos límites, ignorantes de todo, de lo que contienen y de lo frágiles que pueden llegar a ser. El drama está servido. Por eso al cine le gustan tanto.

Escena de Sicario, de Denis Villeneuve (2015)

Inevitablemente las tomas cenitales de esta película recuerdan, al menos al espectador español, las estampas de los créditos de La isla mínima, de Alberto Rodríguez (2014). Pero discrepo de los que ven una misma intención en ambos realizadores, lo que sería como decir que el recurso tiene una única lectura. Al menos en este caso, la elección queda justificada en un primer apunte de un personaje omnipresente, Juárez (México), la Bestia, anunciado con una llamada amenazadora, que se extiende por todo el más allá de la frontera: una malla de alambre que no logra contener el ansia del zorro, que antes o después encontrará un hueco para su zarpa o excavará una madriguera por la que colarse en el gallinero.
Si no fuera por las trompas apocalípticas y la parafernalia de la administración americana, tendríamos dificultades para saber si estamos del lado de los raposos o de las plumíferas. Por eso tras una escena inicial demoledora, que determina en qué lado debemos estar, despegan los helicópteros y ya nada está tan claro, si perdemos de vista por un instante el norte, puede que ya no sepamos a qué atenernos.
No se trata de un descenso a los infiernos —como he leído, aunque reconozco que subir y bajar también puede llevar a la desorientación— al modo griego, entre otras cosas por que el héroe (debería poner heroína pero podría inducir a confusión) no llega a establecer un contacto directo con Hades. El mito del descenso se puede estructurar en tres fases diferenciadas: la separación, la iniciación a través de las pruebas y el retorno, que no se cumplen en esta ocasión. Su papel está más cerca de los chicos que en otra escena juegan al fútbol: lanzas la moneda y te toca un lado del campo. Quizás de ahí esa sensación de haber sido manipulados, sobre todo con respecto al protagonismo, pese a que el título ya lo advertía.

“La muerte es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”-  José Guadalupe Posada
También me llama la atención que uno de los carteles de la película utilizara un grafo de una calavera. Durante el gobiernos de Benito Juárez ésta acompañaba a escritos críticos y de denuncia. Precisamente el director decía en una rueda de prensa durante la presentación en Cannes que se deberían hacer más y más películas sobre la frontera mexicana, hablando de la violencia omnipresente y su sentimiento de responsabilidad como americano (cf. La Vanguardia).
"No está lejano el día en que tres banderas de barras y estrellas señalen en tres sitios equidistantes la extensión de nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. Todo el hemisferio será nuestro, de hecho como, en virtud de nuestra superioridad racial, ya es nuestro moralmente" William Howard Taft, vigesimoséptimo presidente de EE.UU.
Cierto es que estas palabras las pronunciaría años después del encuentro con Porfirio Díaz —sino le pegan el tiro seguro—, cuando estaba sin resolver el tema de la frontera del río Bravo, que marcaba la frontera entre ambos países, por la mala costumbre del río de cambiar de cauce con el tiempo: había dejado parte de México al norte del río y parte de Estados Unidos al sur, una zona llamada El Chamizal, disputada por ambos países.

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La historia de La Catrina empieza durante los gobiernos de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz, cuando se empezaron a popularizar textos escritos por la clase media que criticaban la situación del país y la actitud de las clases privilegiadas. Redactados de manera burlona y acompañados de dibujos de esqueletos vestidos con ropas de gala se empezaron a reproducir en los periódicos llamados de combate.
La versión original procede de un grabado en metal del caricaturista José Guadalupe Posada. Originariamente es conocida como la Calavera Garbancera. «Garbancera» es la palabra con la que se conocía entonces a las personas que vendían garbanza, que teniendo sangre indígena pretendían ser europeos, ya fueran españoles o franceses (esto último más común durante el Porfiriato) y renegaban de su propia raza, herencia y cultura.
Esto se hace notable por el hecho de que la calavera no tiene ropa sino únicamente el sombrero; desde el punto de vista de Posada, es una crítica a muchos mexicanos del pueblo que son pobres, pero que aun así quieren aparentar un estilo de vida europeo que no les corresponde.
«...en los huesos pero con sombrero francés con sus plumas de avestruz».
Diego Rivera fue quien además del nuevo nombre (de catrín, hombre elegante y bien vestido) le dio su atuendo característico, con su estola de plumas, al plasmarla en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (1947), donde aparece con su creador, José Guadalupe Posada, una versión infantil de Rivera y Frida Kahlo.
Las calaveras literarias, son composiciones en verso tradicionalmente mexicanas que en vísperas del día de muertos se suelen escribir como otra de las manifestaciones de la cultura popular para hacer burla tanto a los vivos como a los muertos, y recordar que todos nos vamos a morir. Están escritas con un lenguaje satírico o burlesco y son textos muy breves pero que reflejan todo el espíritu y festividad del mexicano frente a la muerte. Hoy en día se acostumbra que desde que los niños son pequeños, en la escuela, hagan burla o crítica de algún personaje o situación de interés general o moda con este formato. Fuente wikipedia
   Las Marcelas y las Saras
que al cine van a gozar,
vendiendo hasta las cucharas,
y se embadurnan las caras
porque pretenden gustar,
   serán indudablemente,
sin ninguna discursión,
de improviso o lentamente
esqueleto pestilente,
calaveras del montón.
José Guadalupe Posada 

domingo, 8 de mayo de 2016

§72 Perros de paja

El Cielo y la Tierra no tienen benevolencia,
para ellos los seres sólo son perros de paja.
El sabio no tiene benevolencia,
para él las gentes del pueblo sólo son perros de paja
Tao Te Ching, Lao Tse -V 49 A12-1
En la China antigua los perros de paja (muñecos imitando perros que eran rellenados de paja) se utilizaban para las ceremonias rituales. Estos muñecos eran una ofrenda a los dioses por lo que eran tratados, durante el ritual, con la mayor de las reverencias pero, una vez acabado, cuando ya no eran necesarios, eran pisoteados y abandonados.
El otro día recorté una frase de una crítica que me pareció que merecía una reflexión más calmada. Hablaba de cobardía cuando se justifica un juicio sobre una obra en la mera comparación de los ingredientes con la que la inspira (en algunos casos, supuestamente). Si inicialmente me hizo sonreír, por cuanto defendía una postura que he mantenido cada vez con mayor frecuencia dada la cantidad de reversiones que surgen a cada momento y el mayor conocimiento enciclopédico (coleccionista o quizás "gugleico") del espectador asiduo, al final carcajeé porque desvelaba la confusión por reseñar cuando se quiere defender una crítica, y no solo me refiero a los amateurs, con lo que podríamos estar ante un  "jerrimaguire" o sinceridad espontánea profesional —si el asperger es considerado enfermedad rara, esto, ni te cuento—. No se refería a esta película, lo que no invalida su pertinencia o vigencia dentro del debate sobre las revisiones y los reinicios, su necesidad y desarrollo, como para el de la ética en el trabajo —sobre el que me centro a partir de este momento—.
La elección como tema de la cárcel de Stanford ya había sido abordada con anterioridad, aunque se había omitido en el título otra referencia que no fuera al solo experimento, quizás para dar cierto grado de verosimilitud. En realidad en ambas ocasiones (2001 y 2010) se habían recreado versiones de la novela de Mario Giordano, Black Box (1999), una ficción inspirada (y desarrollada) en el estudio y no los hechos como se produjeron, lo que seguramente se deba a que las cuestiones científicas suelen ser tediosas y poco dadas al lucimiento hasta que se desmadran; aunque ésta lo hizo —no cabe duda—, no lo fue tanto como podría necesitar una película, tal como lo demuestran sus finales.

Trailer oficial de Experimento en la prisión de Stanford (2015) de Kyle Patrick Alvarez

Un dato interesante y poco resaltado es que se financió con fondos de la Marina americana, interesada en buscar explicación tanto a los conflictos en su sistema de prisiones como dentro de la propia disciplina del cuerpo de marines. En décadas anteriores fondos de la CIA habían servido para financiar experimentos sobre el LSD y otras sustancias sin consentimiento de los pacientes, en clara violación del código de Nuremberg; en MK Ultra participaron cuarenta y cuatro universidades estadounidenses, 15 fundaciones de investigación o químicas o compañías farmacéuticas y similares incluyendo Sandoz (actualmente Novartis) y Eli Lilly & Co., 12 hospitales o clínicas (además de las relacionadas con las universidades), y tres cárceles.
Tras la selección de veinticuatro sujetos (predominantemente blancos, jóvenes y de clase media y todos universitarios) se hizo una asignación aleatoria de papeles: los guardias recibieron porras y uniformes caqui de inspiración militar y se les proporcionaron gafas de espejo para impedir el contacto visual (el doctor Zimbardo, director del experimento, diría que había tomado la idea de la película La leyenda del indomable, de Stuart Rosemberg, 1967). Se les transmitieron las siguientes instrucciones:
Podéis producir en los prisioneros que sientan aburrimiento, miedo hasta cierto punto, podéis crear una noción de arbitrariedad y de que su vida está totalmente controlada por nosotros, por el sistema, vosotros, yo, y de que no tendrán privacidad... Vamos a despojarlos de su individualidad de varias formas. En general, todo esto conduce a un sentimiento de impotencia. Es decir, en esta situación tendremos todo el poder y ellos no tendrán ninguno.
Vídeo The Stanford Prison Study, citado en Haslam & Reicher, 2003.
Los prisioneros fueron, sin previo aviso, «imputados» por asalto a mano armada y robo (artículos 211 y 459 del código penal) y arrestados por policías reales del departamento de Palo Alto, que cooperaron en esta parte del experimento. Pasaron un procedimiento completo de detención, incluyendo la toma de huellas dactilares, y se les leyeron sus derechos Miranda —la cantinela que repiten en cada episodio policial—. Después fueron trasladados a la prisión ficticia, donde fueron inspeccionados desnudos, «despiojados» y se les dieron sus nuevas identidades.
Las flexiones eran una forma habitual de correctivo físico impuesto por los guardas para castigar las infracciones de las normas o las muestras de actitudes inadecuadas hacia los guardas o la institución. Cuando vimos que los guardas hacían hacer flexiones a los reclusos, inicialmente pensamos que era un tipo de castigo inapropiado para una cárcel -una forma de castigo suave y un poco juvenil. Sin embargo, más tarde descubrimos que las flexiones se usaban a menudo como forma de castigo en los campos de concentración nazi, como puede verse en este dibujo hecho por un antiguo prisionero de un campo de concentración, Alfred Kantor. Hay que señalar que uno de nuestros guardas incluso se subía de pie sobre la espalda de los reclusos mientras hacían las flexiones u obligaba a otros reclusos a sentarse o subirse de pie sobre la espalda de sus compañeros. Fuente Prisionexp.org

Para facilitar el control del orden, debilitado por la equiparación numérica, se siguió la sugerencia de uno de los guardias de utilizar tácticas psicológicas: una de las celdas se convirtió en un lugar de privilegio, donde se permitía el aseo personal, la ropa y mejor alimentación en presencia de los reos que habían perdido esos beneficios temporalmente y, posteriormente, se volvieron a distribuir las celdas mezclando presos buenos y malos para sembrar la sospecha de colaboracionismo. En la realidad, la mayor amenaza para un preso procede de otros reos y el racismo se utiliza como una forma de romper alianzas. Al mismo tiempo que el control mejora la confianza y cohesión de los vigilantes.
Los guardas fueron especialmente duros con el cabecilla de la rebelión, el recluso #5401, un fumador empedernido al que controlaron regulando cuando podía o no fumar. Después se descubrió que era un supuesto activista radical que se había presentado voluntario para "desenmascarar" el estudio como una herramienta del sistema para encontrar formas de controlar a los estudiantes radicales y había planeado vender la historia a un periódico cuando acabase el experimento. A pesar de ello, incluso él entró tan completamente en su papel de recluso que estaba orgulloso de haber sido elegido líder del Comité de quejas de la cárcel del condado de Stanford, tal como revelaba en una carta a su novia.
Ibid.
Los reclusos le pusieron el mote de "John Wayne" al guarda más brutal y duro; el guarda más infame de una prisión nazi cercana a Buchenwald, recibió el nombre de Tom Mix a causa de su imagen de vaquero macho del "salvaje Oeste" al humillar a los internos del campo.
La quinta noche, algunos padres pidieron un abogado para liberar a su hijo de la cárcel, con la explicación de que un sacerdote católico que había podido entrevistarse con ellos se lo había recomendado. 
Incluso los guardas "buenos" se sentían impotentes para intervenir y ninguno de los guardas dimitió mientras el estudio se llevaba a cabo. En realidad, hay que destacar que ningún guarda llegó nunca tarde a su turno, ni se ausentó por enfermedad, salió antes de hora, o exigió una paga extra por trabajar más horas.
Ibid.
El experimento fue interrumpido al sexto día. Paradójicamente al día siguiente estalló un motín en la prisión de San Quintín, cuando el sacerdote de Soledad, George Jackson, tras introducir un arma escondida, liberó a algunos reclusos de sus celdas que torturaron y asesinaron sumariamente a varios guardias y presos acusados de ser confidentes. Y un mes más tarde, en la prisión de Attica, hubo otro amotinamiento, igualmente reprimido por fuerzas especiales, donde los presos reclamaban ser tratados como seres humanos.

Escena de Experimento en la prisión de Stanford (2015) de Kyle Patrick Alvarez
[Suprimido por la NBC. Aún así incluyo un breve comentario sobre el mismo]
En la escena, la cámara se mueve en un traveling lateral hacia la derecha de caracter informativo (positivo) y retorna hacia la izquierda en el que se exponen las restricciones (negativo), como un retruécano visual, seguido de otro traveling hacia la derecha, pero esta vez desde detrás de las celdas, en el que los presos obedecen dócilmente. Al mismo tiempo la mano del jefe de prisión pasa de señalar con el índice a mostrar una manzana oculta en la palma, que ha mordisqueado, como está haciendo con sus derechos. Todo anticipa el resultado de la lectura (otra intromisión más) de las misivas, que no es otro que los presos terminarán aceptando cualquier condición; la alternativa en otras películas es la fuga o la muerte, puesto que incluso en Brubaker (de nuevo Stuart Rosenberg, 1980) el sistema siempre se impone.

Los resultados del estudio del doctor Zimbardo fueron criticados por su falta de ética y cuestionadas sus carencias en rigor científico y validez ecológica (falta de correlación con una situación real). En 2003 Haslam y Reicher, psicólogos de las universidades de Exeter y St Andrews respectivamente, llevaron a cabo una repetición parcial del experimento con la asistencia de la BBC, que televisó escenas en un reality llamado también El Experimento. Las conclusiones que extrajeron serían muy diferentes a los del doctor Zimbardo, lo que arrojó nuevas dudas sobre su estudio.
Pero lo que si parece claro es la aterradora facilidad para crear un sistema que incite o fomente comportamientos similares justificados en el cumplimiento de normas, el mantenimiento del orden o su preservación, que deja entrever cualidades insospechadas en personas aparentemente normales cuando toman el mando. Y no solo afecta al sistema penitenciario o al ejército, sino a cualquier grupo susceptible ,como parece indicar el creciente número de casos de acoso escolar (bullying), laboral (mobbing) y la violencia interfamiliar, incluida la violencia "de género". 
Da que pensar.

lunes, 2 de mayo de 2016

§71 El archipámpano de las pulgas

Es casi seguro que la afición al cine venga determinada por la costumbre de los padres de contar un cuento al acostarnos. No tiene una razón en la continuidad con las tareas diarias, por lo tanto debe haber una relación con el mismo hecho de concluir el día y el paso a una experiencia necesariamente individual para la que nunca considerarán que nos han preparado suficientemente. De ahí las plegarias, para invocar lo benéfico, y los cuentos, evocadores de situaciones que, por muy difíciles que se planteen, se conjuran con un final feliz amañado. Con los años he olvidado (sino renunciado) hacer mis oraciones, pero continuo terminando el día con mi dosis de ficción que me permita apartar la mente de las azarosidades diarias, sabiendo que esas nuevas tramas me son ajenas y, aunque pueda haber cierta identificación con los personajes, predomine la incredulidad.
Sea por ello que esta película, más que otras por este motivo, me incite a escribir sobre las distintas lecturas que se llegan a dar a una misma historia. Ya no solamente de la distorsión que puede haber entre espectador y director; cuando leo inconscientemente los títulos de crédito del final de las películas siento por igual respeto y vértigo por la cantidad de personalidades que han literalmente manipulado la información bajo la batuta que imaginamos como la dirección. En el caso de la tradición popular es incluso más rica.
La base de los cuentos se encuentra en el cotilleo, la comidilla que por recurrente llega a rumor y chisme antes de llegar a cuento; y de ahí a leyenda, novela o historia y finalmente a mito (del griego mythos, cuento). La persistencia de los cuales se debe a su función moralizadora y al transmitirse oralmente se adapta sutil, primero, y manifiestamente, después, en pugna por mantenerse vigente ante nuevos gustos y las nuevas finalidades que se les quieran dar. Más o menos hasta quedar fijados por algún erudito que haga acopio de ellas, sin perjuicio de continuar evolucionando o de las mutaciones por traslado a otras lenguas o inclusión en nuevas colecciones.

La Mafia también es un sifonáptero familiar

La intención de Giambattista Basile en El cuento de los cuentos (c.1632) no parece ser sólo de compendiar relatos moralizadores como en la Edad Media o divertimentos al modo del Decameron; si reproduce la excusa que le da estructura de jornadas, por lo que es conocido también como Pentameron, pero con una idea más cercana a la de Las mil y una noches (Alf Layla wa-Layla) que, por cierto, no era conocida en Occidente en aquellas fechas. Sus relatos (es evidente que los hizo suyos) sirven de continente de la sabiduría popular y sus fantásticas imágenes, que habían quedado fuera de la obra de Bocaccio:
[un bosque] donde los árboles hacían de empalizada a un prado para que no fuese descubierto por el Sol, los ríos se quejaban porque al avanzar por la oscuridad tropezaban con las piedras, y los animales silvestres, sin pagar tributos, disfrutaban de su Benevento [ciudad asilo perteneciente a los Estados Pontificios] y se desplazaban a salvo por toda esa maraña.
Esto me lleva a la decisión de Garrone de llevar a la pantalla su particular visión, que no es la de la tradición, ni la del escritor —más en la línea de Passolini o de Fellini, salvando los resultados—. Su relato trata de imbricar las historias de tres reinos cuyos monarcas actúan de forma caprichosa e irresponsable, como metáfora de lo que ocurre en la Europa actual, dejando imágenes tan poderosas que probablemente despisten al espectador de la crítica implícita.
El argumento de La pulga (pasatiempo quinto de la jornada primera) queda resumido en el encabezamiento del propio Basile:
Un rey, que tenía poco en qué pensar, cría una pulga hasta que ésta se vuelve gorda como un castrado, la manda entonces desollar y ofrece su hija como premio a quien sepa decir a qué animal pertenece la piel. Un ogro la reconoce por el olor y se lleva a la princesa, que luego es liberada por los siete hijos de una vieja, mediante igual número de pruebas.
Solo se me ocurre añadir que si en los sucesos de Altomonte pueden verse trazas transalpinas, para el reino de España se hubiera utilizar La vida del Buscón, que por algo es contemporáneo, díscolo y más cercano de lo que aparenta.

Escena de El cuento de los cuentos (2015) de Matteo Garrone [Sustituida por el trailer a raíz de la reclamación de Rico Management, causante del cierre de muchos canales YouTube y, por lo que dicen, imposible de contactar]


De la lectura del original de Basile para este fragmento, que debería haber incluido las siete proezas de cada uno de los hijos contestadas por tantas réplicas del ogro —queda para otro tipo de película—, se llega al ataque furibundo del marido ultrajado (guste o no, legítimo) al carromato de los cómicos y su madre; la habilidad de escupefuego y el malabarismo de manzanas —¡siempre manzanas! no presentes en el cuento de las que llega a ofrecer una a Violet, pero no hay tiempo—evidencia que se trata de una troupe de artistas, ya presentes en segundo plano desde el comienzo. 
En 2002, durante un viaje a Bulgaria, Berlusconi compareció ante las cámaras para denunciar el supuesto "uso criminal" que tres populares personajes televisivos, los periodistas Enzo Biagi y Michele Santoro y el humorista Daniele Lutazzi, hacían de sus espacios en la RAI. Tras el edicto [búlgaro o de Sofia], los tres fueron despedidos [a estos les siguió Roberto Benigni]. Y las imágenes se enterraron en los archivos, porque ofrecían un aspecto de Il Cavaliere poco tranquilizador.
Fuente El País
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La Academia de los Ociosos o degli Oziosi fue creada en Nápoles en 1611, durante el virreinato del séptimo conde de Lemos, don Pedro Fernández de Castro, con la intención de reunir a los mayores ingenios que se encontraban en ese momento en la ciudad. Sus estatutos fundacionales permitían ser miembros de la misma a españoles, italianos y franceses, hombres y mujeres por igual (caso de la poetisa Margherita Sarocchi).
Su irónico nombre fue sugerido por uno de sus primeros socios, Francesco De’Pietri, por oposición al afanoso negocio, es decir, como noble actividad del espíritu, en la misma línea que su lema Non pigra quies o su símbolo, un águila vigilante en lo alto de una roca —y que me gusta interpretar como ¡no va a ser todo ganar dinero!—.
Inicialmente se permitió únicamente el empleo del latín y el toscano, tanto en las disertaciones verbales como en las composiciones literarias y científicas, pero la inclusión de un relevante e ilustre número de escritores españoles en un segundo momento hizo que se autorizara el uso de nuestra lengua, por otra parte conocida por la mayoría de los napolitanos medianamente cultos.
La visita de Quevedo a Nápoles propició su rápida admisión, por ser ya un escritor famoso y admirado, además de secretario y amigo íntimo del nuevo virrey, el duque de Osuna (Pedro Téllez Girón, también conocido como Miedo del Mundo), y que dominaba las tres lenguas. Se cuenta que disfrazado de pordiosero consiguió evitar ser ahogado en el Gran Canal, como se estilaba en esos tiempos, por unos sicarios que le tomaron por lugareño, mientras ejercía de enlace con el embajador español. Un mes después al no dar con él ni con el duque, quemarían sus retratos en la plaza pública, dando por concluida la llamada Conjura de Venecia.
Es muy posible que lo que más echara de menos de la Academia a su retorno fueran aquellos interludios semanales con los más eminentes ingenios napolitanos. Su Cuento de los cuentos es un evidente eco de Lo cunto de li cunti de Giambattista Basile, uno de sus contertulios habituales.
[Félix Fernández Murga, "Francisco de Quevedo, Académico Ocioso" en Homenaje a Quevedo (ed.) de Victor García de la Concha, p. 45 ss.]