domingo, 19 de febrero de 2017

§91 Bacalao yankee

Para hacer esta muralla,
tráiganme todas las manos:
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Ay, una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte.
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—Una rosa y un clavel…
—¡Abre la muralla!
...
Jorge Guillén, "La muralla" en La paloma de vuelo popular (1958)
Quién no ha oído aquello de que el hombre tropieza dos veces en la misma piedra. A lo que debería añadirse que la existencia misma de la piedra impele la pronta llegada de otro animal dispuesto a toparse con ella, pero esto nos alejaría de la propia naturaleza del problema, la bestia. Por si esto no fuera bastante, parece que han descubierto un espécimen que a estas alturas de la historia aspira a recuperar todos los malditos tropezones para construir un muro en rededor suyo, hito a su mayor gloria.
Aquellos que tengan simpatía con los argumentos de estos constructores deberían plantearse si les parecería lo mismo estando al otro lado de la valla. Y no hace falta que sea por error, vale un simple arbitrio. Aunque, por otra parte, tampoco eso importará tanto como el hecho de que alguien haya querido erigir un monumento a la irreconciliación visible desde la estratosfera —en las noches claras destacará su iluminación subrayando la impresión—.
Y defiendo que no importará, porque quién dice cuál es el lado correcto, qué parte queda al resguardo y dónde termina la libertad. Un fortín adquiere ser en sus defensas y éstas se levantan cual muros de una prisión. De hecho, muchas fortalezas acaban siendo usadas como cárceles, porque lo que se necesita son paredes infranqueables.
Pero no es un caso aislado. Y no me refiero sólo a las barreras físicas. Constantemente se nos pide un posicionamiento sobre cualquier cuestión, sin que nos planteemos a qué obedece esa insistencia machacona. La estrategia (me temo) consiste en obligar al individuo a tomar partido en un juego infinito de opciones banales —no quiero poner binarias, aunque lo sean, para evitar confusiones—. De esta forma se le acostumbra a dar respuestas simples, antes incluso de que se plantee dudas que propiciarían un parecer. El elector termina creyendo tener una opinión, por el hecho de poder elegirla. Y con ello, se consigue reducir los resultados no deseados —¿hace cuanto que no haces una búsqueda avanzada en un buscador? ¿porqué esa opción no se encuentra fácilmente? ¿tienes activadas las predicciones de google instant? ¿recuerdas haberlo hecho?—. Dicho de otra forma, el objetivo radica en economizar esfuerzos, anticipando una ventaja, incluso en los escenarios más desfavorables.
Por ello, contra la simplificación impuesta, no cabe la oposición (utilizando el mismo razonamiento), sino el ejercicio de la tolerancia: en primer lugar reconocer que haya otros puntos de vista, que coexisten y aportan, como mínimo, la riqueza de la diversidad; y seguido, ponerse en su piel, aunque solo sea de prestado y por un rato.

Escena de Dallas, ciudad fronteriza (Stuart Heisler, 1950)

Una conversación casual me recordó la endiablada retórica de Reb Hollister, que siempre me hizo mucha gracia. Su parlamento, que en nada debe envidiar a uno de los hermanos Marx, preludia uno de los temas más utilizados y efectivos de la comedia americana, el intercambio de identidades y cómo resulta ser la forma más acertada de resolver los conflictos —me pregunto si es gracioso por poco habitual en el western—.
Los dos personajes, que han convenido cambiar de chaqueta —sin mucho convencimiento, cierto, ya que comporta el cambio de bando en su guerra civil, además reciente—, se comportan de forma tan inequívoca que no se comprende fuera de la comedia. Y sin embargo, tras un sutil encadenado (que no supone que hayan pasado mucho tiempo cabalgando) alcanzan tal grado de camaradería que se sinceran sobre sus intenciones, sin asumir las consecuencias de lo que están a punto de emprender. Me costó un poco darme cuenta de que son dos combatientes y que en situaciones extremas se confraterniza con facilidad.
Que haya tenido que madurar esta escena fue lo que me llevó descubrir un elemento inesperado —no es nuevo, pero me había pasado indiferente—: el "insulto irrelevante". El uso de una imagen inconexa como calificativo genera tal desconcierto que se sofoca la respuesta más allá del "no me llames tal cosa" o "a qué te refieres con eso". Podría ser otra muestra de compañerismo o mera discreción entre sujetos armados, un desahogo o simple mala costumbre, como las diatribas y exabruptos que espeta el Capitán Haddock: troglodita, ectoplasma, anacoluto o vegetariano, que no quieren ser realmente ofensivas. Aunque, evidentemente Hergé estaba condicionado por la opinión de su público familiar.


Pero, lo que son las cosas —a lo que lleva rebuscar un poco—, Haddock es como se conoce en Gran Bretaña a un tipo de bacalao, el eglefino, cuya característica física más notable (según la wikipedia) es una línea lateral negra a ambos lados —si llega a ser amarilla es la repanocha— y que desgraciadamente ha sido esquilmado por el hombre. El de la piedra. Al que habría que llamar "bacalao", "merluzo" (alambolo, carioca, cría, ilus, legatza, pijotilla, pitillo) o cosas peores. Sí, sí, también el del muro, que por haber perdido el norte, quiere que perdamos el sur.
Perder el norte, perder el sur, pareciendo cosas tan distintas, significan lo mismo: arrancarnos lo que nos hace mejores, el equilibrio entre libertad personal y solidaridad.
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El Capitán Archibaldo Haddock es un personaje ficticio de la serie de historietas de Las aventuras de Tintín, creada por el dibujante belga Hergé. Como mejor amigo de Tintín, el capitán Haddock se dio a conocer en el episodio de El cangrejo de las pinzas de oro y poco a poco fue ganando protagonismo en las aventuras del reportero.
Una de sus características es actuar como contrapeso de Tintín gracias a su sarcasmo tosco, en momentos en los que el protagonista se vuelve demasiado "idealista".
El nombre de pila del personaje no fue revelado a los lectores hasta el último álbum que Hergé publicó, Tintín y los Pícaros. El apellido del marino surgió en una conversación que el autor había mantenido con su esposa, en la cual ella mencionó que el haddock "era un triste pez inglés".
El capitán es descendiente de otro famoso hombre de mar, el caballero Francisco (François) de Hadoque, marino al servicio del rey de Francia y gran enemigo del pirata Rackham el Rojo.
Haddock suele presentar una vocación de caballero a la antigua usanza, opuesta a un hombre de la alta sociedad europea, sobre todo tras el descubrimiento del tesoro de sus antepasados y su establecimiento en el castillo de Moulinsart (traducido como Mansión Pasador). En efecto, un whisky y una buena pipa cerca de la chimenea parecen representar sus ideales de vida más profundos.
Otra de las características de este personaje es su gusto por el alcohol (sobre todo el whisky), aunque aquí hay que diferenciar dos etapas de su vida claramente distintas: antes de su encuentro con Tintín, el marino era un borracho digno de lástima, maltratado por su lugarteniente Allan Thompson. Tras conocer al reportero, las cosas cambian (aunque no de forma inmediata) para el capitán, aunque no siempre haga honor a su título de Presidente de la Liga de Marinos Antialcohólicos.
Sin embargo, es su lenguaje lo que ha hecho famoso a este personaje, sobre todo los exabruptos que lanza. En el momento de la caracterización del personaje se le presentó un problema a Hergé. Como navegante, Haddock debía tener un vocabulario muy variopinto, pero Hergé no podría usar palabras gruesas, ya que sabía que parte de su público lector incluía niños. La solución le vino cuando recordó alrededor de 1933, poco después de que se firmara el Pacto de las Cuatro Potencias, haber escuchado a un comerciante usar la expresión "pacto de las cuatro potencias" como un insulto. Pulsado por este uso de un "insulto irrelevante", Hergé hizo que el capitán usara palabras extrañas o esotéricas que no eran realmente ofensivas, pero que proyectaría con gran enfado, como si fueran insultos muy graves. Estas palabras abarcaban una variedad de áreas, a menudo relacionadas con términos específicos de los campos de estudio científico.
La idea tomó forma rápidamente; la primera aparición del argot "Haddockiano" fue en El cangrejo de las pinzas de oro, cuando el capitán se enfrenta a una banda de jinetes bereberes gritando expresiones como "troglodita" y "ectoplasma". Este uso de insultos variopintos probó ser un éxito y fue un pilar en futuros libros. Consecuentemente, Hergé empezó a recolectar este tipo de palabras para usarlas en los estallidos de Haddock, en ocasiones incluso buscando en diccionarios para inspirarse. Como resultado, los insultos del capitán Haddock empezaron a incluir "bachi-bazuk", "visigodos", "cleptómano", "anacoluto", "parásitos", "vegetarianos" y "ectomorfo", entre muchos otros, pero ninguno considerado realmente un insulto.
En una ocasión, Hergé hizo que el capitán gritara la palabra "neumotórax" (una emergencia médica causada por el colapso del pulmón contra el pecho). Una semana después de que la escena apareciera en la revista de Tintín, Hergé recibió una carta de un padre cuyo hijo tenía tuberculosis y había sufrido un colapso de pulmón. Según la carta, el niño estaba destrozado porque su cómic favorito hiciera burla de su propia condición. Hergé escribió una disculpa y retiró la palabra del cómic. Más tarde se descubrió que la carta era falsa, escrita y mandada por su amigo y colaborador Jacques Van Melkebeke.
Además de sus muchos insultos, las expresiones más famosas del capitán Haddock consisten en varias permutaciones de dos frases: ¡Mil millones de millares de mil demonios! y ¡Mil millones de rayos y centellas! (o rayos y truenos). Haddock usa tanto estas expresiones que Abdallah se dirige a él como Mil rayos. Fuente wikipedia

viernes, 6 de enero de 2017

§78 El argumento del tercer hombre

Los chinos utilizan dos pinceladas para escribir la palabra crisis. Una pincelada significa peligro, la otra, oportunidad. En una crisis toma conciencia del peligro, pero reconoce la oportunidad.
In the Chinese language, the word "crisis" is composed of two characters, one representing danger and the other, opportunity.
John F. Kennedy (discurso en Indianapolis, 12-04-1959)
LISA: —The Chinese have the same word for crisis as opportunity.
HOMER: —Yes, Crisitunity, you're right!


Todos hemos sido niños alguna vez. Y por ello, crédulos.
Durante un tiempo la fórmula [crisis = peligro + oportunidad] tuvo tanto predicamento que parecía una moraleja sacada de una fábula de Esopo o Samaniego o de El arte de la guerra —para mantener el toque oriental—.
Aunque cuando alguien me suelta del tirón la cita le concedo un tiempo adicional para que la culmine haciendo referencia a Lisa o Los Simpson en un guiño a mi complicidad. En su defecto, deseo con fervor que apunte el socorrido "alguien dijo", restándole la seriedad justa para que lo pueda tomar como una muestra más de la sabiduría popular —no es desprecio, simplemente que no está lejos de la cháchara insustancial—. Lo que me parece lamentable es que se conozca la autoría de Kennedy —tampoco es desprecio, sino tristeza, por lo que prosigue—.
La era de los buscadores de Internet nos ha privado de muchos momentos de animada controversia y algún que otro 'qué te juegas' que nunca debió producirse en un bar. Pero creo a pocos tertulianos rebuscando la cita en el discurso de Indianápolis del 12/04/1959. Y aquí incluyo a los auténticos culpables, a todos los que han copiado la decorativa traducción de las pinceladas en sus libros, sus clases y sus webs y que por pereza la han reducido al contenido de una galletita de la fortuna —cuyo origen no es China, sino San Francisco y Los Angeles (ver wikipedia)—.
When written in Chinese, the word "crisis" is composed of two characters - one represents danger and one represents opportunity. The danger signs are all around us. With less than half our productive capacity the Soviet Union has at least equalled us in several crucial areas of military science and technology. Since World War II a devastated Russia has rebuilt its factories, harnessed its rivers and regimented its manpower in such a way as to challenge us in many fields of science and technology where we were for so long supreme. Sputnik is a symbol - the symbol of Soviet concentration on scientific education and development - at the expense, it is true, of the immediate needs of the Russian people. Fuente jfklibrary.org
¿No es esto un panfleto?
Lo que me lleva a concluir que la mayoría, durante esta crisis hemos tenido que buscar motivación o consuelo en algún consultor. O nos lo ha procurado la empresa para la que trabajamos.
Sin tener que acudir los argumentos que desmontan su lógica (se cita un artículo de Victor H. Mair, de la Universidad de Pennsylvania, p.e. en la wikipedia) y que ésta pueda llevar a conclusiones dañinas del tipo: ¿cómo puedo utilizar la crisis en mi beneficio? me pregunto ¿qué rigor le supone cómo se escriba en China? La frase sólo es ejemplo de una oratoria brillante y, fuera de contexto, un buen mantra para repetir en una sesión de "emprendizaje".
Como decía, crédulos. Pero también muy influenciables.
He repasado el concepto de coaching, y me voy a aventurar a resumirlo, asumiendo los riesgos de tal práctica, como complemento de la escena siguiente:
  • se basa en el compromiso de un entrenador en que el alumno, dispuesto a realizar los esfuerzos necesarios, conseguirá ciertos logros en un plazo establecido;
  • se han de elegir unos objetivos concretos, diseñar un plan específico de acción y hacer comprobaciones periódicas para corregir dificultades particulares del sujeto
  • y la máxima efectividad exige un elevado grado de confianza recíproca.

Escena de  Los intocables de Eliot Ness (Brian de Palma, 1987):

Ya he comentado en alguna ocasión que, seguramente por algún desajuste de mi historia, tiendo a relacionar las relaciones laborales —solo puedo hablar de las que conozco— con el cine de gangsters. Si bien, en esta ocasión, los personajes están en el lado de los buenos (de los que no son gangsters, se entiende).
Y que me gustan las manzanas:
If you're afraid of getting a rotten apple, don't go to the barrel.
Get it off the tree.
(En mi opinión, barril queda mejor que cesto por aludir sutilmente al modo de almacenar alcohol) 
Claro que la estupenda Infiltrados (Martin Scorsese, 2006) se encargaría de probar que ni del árbol; algo que, por cierto, ya habían dicho unos chinos de Hong Kong en la no inferior, Juego Sucio (Andrew Lau y Alan Mak, 2002) en la que basa su trama.
El fragmento seleccionado contiene dos instantáneas, parte de una sucesión que concede a Sean Connery todo el protagonismo de un perfecto instructor (una relación tipo jedi-padawan). En ese momento siempre me pregunto ¿dónde se ha escondido este tío todo el tiempo? Porque con su carisma, si sigue vivo, tendría que ser el jefe de todos los corruptos.
Connery ganaría su Oscar por este personaje "secundario", aunque hay que recordar que sus anteriores trabajos en El nombre de la Rosa (Jean Jacques Annaud, 1986) y Highlander (Russell Mulcahy, 1986) le habían preparado convenientemente.
Y el personaje de Kevin Costner sí que queda en un segundo plano, lo que, por cierto, encaja muy bien con el hecho de que, si bien sus acciones hicieron mella, sobre todo económica, en la organización de Al Capone, fue Andrew Mellon quien logró llevarle finalmente ante la justicia y la condena por evasión de impuestos.
Pero hay que reconocer que la elección de Los Intocables como lema (es el principal motivo por el que se le recuerda) demuestra su gran aprovechamiento del curso y le hubiera capacitado para impartir.
Una de las críticas que suelen recibir los seminarios de liderazgo se centra en la superficialidad del método, que tiende a exacerbar los sentimientos de superación y competitividad a corto plazo, alimentando cierto grado de euforia casi etílica, pero que rinde resultados estériles a largo. Lo cierto es que Eliot Ness fue ascendido a jefe de investigación mientras su unidad era desmantelada, tras la operación, para hacer hueco a la Administración Federal del Alcohol en el año 1935.
En 1968, con la aprobación del Acta de Control de Armas, la agencia cambió de nombre a División de Armas de fuego, Alcohol y Tabaco, más conocida por las iniciales "ATF" (Alcohol, Tobacco y Firearms). En 1972, el Presidente Nixon firmó una Orden Ejecutiva que creaba una oficina separada para el Alcohol, el Tabaco, y las Armas de fuego dentro del Ministerio de Hacienda.

¿Y qué fue de Ness?


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En 1935 Eliot Ness fue nombrado Director de Seguridad por el alcalde de Cleveland. Allí se tuvo que enfrentar a los espeluznantes crímenes de El asesino del Torso, entre 1934 y 1938; que no solo no pudo resolver, sino que fue duramente criticado por utilizar prácticas propias de "los intocables", como prender fuego a un campamento de desocupados (wikipedia) o del brutal interrogatorio al que fue sometido Frank Dolezal, que aparecería convenientemente ahorcado antes de ser juzgado (El Español). En 1942 se trasladó a Washington para luchar contra la prostitución (no encontré nada de sus logros). En 1947 se presentó para la alcaldía de Cleveland, tras una serie de infructuosos negocios. También sin éxito. Se divorció por segunda vez y comenzó a pasar la mayor parte de su tiempo libre en bares bebiendo y contando sus viejas historias sobre sus años luchando contra el crimen organizado. Por aquella época trabajaba como electricista, dependiente e incluso vendiendo hamburguesas congeladas para ganarse la vida, hasta que una empresa, en 1953, especializada en poner marcas de agua en documentos y papeles oficiales le contrató por su experiencia como agente de la ley. Se trasladaría con posterioridad a Pensilvanía tras una reubicación de la empresa, para morir el 16 de mayo de 1957 de un ataque al corazón.
Casi cuarenta años más tarde, sus cenizas, olvidadas en el garaje de un pariente lejano, fueron arrojadas en la laguna del cementerio Lake View de Cleveland. Fuente La historia compartida de César del Campo de Acuña.

P.S.: Por cierto, Sputnik, Спутник, puede traducirse como 'compañero de viaje' —¡no sabía dónde ponerlo!— y el término blueness no es ninguna contracción de blues de Eliot Ness.
... más triste que un torero al otro lado del telón de acero
Joaquín Sabina