domingo, 31 de enero de 2016

§58 Ferula communis

Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran. Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser.
Ezequiel 28: 14-19

Que El corredor del Laberinto (Wes Ball, 2014) haya sido mi siguiente elección no podía ser casual. Cuando la semana pasada señalé los antecedentes de Los Juegos del Hambre (Gary Ross, 2012) en la mitología griega (argumento que también sostiene la autora), ya tenía en mente que otro tanto ocurría con esta trilogía; pero, aunque el título parezca indicar lo contrario, no tanto en el mito del Laberinto como el de Prometeo.
José de Ribera, Prometeo (ca. 1630)
Prometeo era uno de los titanes, dioses enfrentados a los dioses olímpicos. Bien por simpatía hacia los humanos, bien porque servía a su capricho, urdió un engaño para escatimar a Zeus el beneficio de los sacrificios que le ofrecían. Indignado por la añagaza, decidió privar a los hombres del beneficio del fuego, es decir, de un futuro próspero. Esto determinó que Prometeo lo robara del carro de Helios (o de la fragua de Hefesto, según Platón) y se lo devolviera a los hombres con el tallo de una cañaheja (ferula communis) encendida —origen de la antorcha olímpica—. La venganza por esta nueva ofensa se servirá con la entrada en escena de Pandora —la de la caja— y con el perpetuo suplicio de Prometeo.
No me quiero extender en este punto, pero entre líneas se puede ver por dónde van los tiros.
Mi interés camina por otras lindes: cuáles son los primeros pasos de una sociedad.
Aunque muy por encima, los clarianos cuentan que, aunque tenían cubiertas las necesidades básicas, muy pronto tuvieron la necesidad de establecer una serie de reglas y sanciones. De hecho, la escena que tenía seleccionada (que la Fox no me ha permitido publicar) era la expulsión de Ben del Claro. Podría haber sido por infringir la ley (atacar a otro clariano) o como drástica medida profiláctica (evitar la proliferación del destello), pero extraña, tanto en el libro como en la película, que no se detengan mucho a investigar sobre los recuerdos que reciben a cambio los infectados. O precisamente eso es lo que lleva al protagonista a cuestionar los fundamentos mismos de la comunidad y desencadenar su escisión.

Después de denegarme la publicación de la escena encontré este video en el que el autor la identifica como una de las favoritas por los lectores.

Mucho más interesante que la pérdida del Paraíso bíblico —que siempre me he preguntado cómo desapareció de este mundo, porque destruirlo hubiera sido de una crueldad injustificable para con el resto de sus criaturas— me parece este escenario de la nación exiliada por conveniencia. 
La bula Exigit sincerae devotionis de 1478 permitió la creación de la Inquisición Española como instrumento para investigar los casos de contaminación dentro de la comunidad cristiana; que si bien inicialmente no iba destinada contra judíos y moriscos (que evidentemente no eran cristianos), pronto determinará su expulsión de los distintos territorios. Y una vez probada su eficacia fue aplicada contra toda desviación posible de la ortodoxia. Y su catálogo fue extenso… Aunque en honor a la verdad, los procesos de la Inquisición en aquella época no permitían algunas formas de tortura que si hacía la justicia ordinaria, que además suponían un gran avance sobre las ordalías o juicios de Dios. En ambas jurisdicciones, las garantías para el procesado eran paupérrimas. Por ejemplo, el reo no conocía el contenido de la acusación, ni quién la formulaba, hasta el mismo día del juicio. La prueba (su peso normalmente recae en la acusación, salvo si se trata de algunas áreas de la administración, como la recaudación de impuestos, incluso actualmente) se establecía con su propio testimonio durante los interrogatorios —¡y qué interrogatorios!— donde ya se había alcanzado, en numerosos casos, la meta del arrepentimiento. Es más, en rigor, había pocas diferencias procesales entre los distintos países civilizados.
Las condenas podían ir desde la hoguera y pena de muerte (o mutilación) en los casos más graves, a galeras, el escarnio público o la requisa de bienes, así que el destierro (del territorio hasta donde se extiendía la soberanía de quien lo imponía) no parece un resultado desdeñable. Y en la Grecia Antigua era una práctica democrática saludable.
En España, es cierto, tenemos una larga tradición en expulsar. Pero, como todo en esta vida, se puede interpretar desde puntos de vista dispares: como signo de intransigencia, pero también como indicio de inconformismo. Me consuela pensar que éste último es el factor dominante, porque de otra forma no hubiera resurgido periódicamente en la historia (como el hígado de Prometeo).
En mi vida he tenido que sufrir varias exclusiones (algunas pude evitarlas con contrición) debido a mi tendencia indómita y he de reconocer que, como los sefardíes con la llave de su vivienda, guardo el recuerdo con la esperanza de algún día recibir la redención (esto último con razonables cargas de ironía).
El montaje siguiente está destinado a los amantes de las reglas al estilo de Columbus.


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Se conoce con el nombre de Diáspora sefardí a las diversas comunidades de los judíos que fueron expulsados de España en 1492 por orden de los Reyes Católicos. Como por tradición identificaban la península ibérica con la Sefarad bíblica, recibieron el nombre de sefardíes. Además de su religión, mantuvieron muchas de sus costumbres y particularmente la lengua, conocida como judeoespañol, que deriva del castellano que se hablaba en el siglo XV.
Los sefardíes nunca se olvidaron de la tierra de sus padres, abrigando para ella sentimientos encontrados: por una parte, el rencor por los trágicos acontecimientos de 1492; por otra parte, andando el tiempo, la nostalgia de la patria perdida…
Joseph Perez, Los judíos en España (2009), p.117
Aunque en el edicto no se hacía referencia a una posible conversión, esta alternativa estaba implícita. De hecho muchos judíos se bautizaron, especialmente los ricos y los más cultos. Los que no tuvieron que marchar al exilio en unas condiciones muy duras: malvender sus propiedades a cambio de cantidades a veces ridículas en formas que pudieran portar, porque la salida de oro y de plata del reino estaba prohibida —la posibilidad de llevarse letras de cambio no les fue de mucha ayuda porque los banqueros, italianos en su mayoría, les exigieron enormes intereses—. También tuvieron grandes dificultades para recuperar el dinero prestado a los cristianos. Además de tener que hacerse cargo de todos los gastos del viaje: transporte, manutención, fletes de los barcos, peajes, etc…
Inicialmente la mayoría se instalaron en el norte de África o en los estados cristianos cercanos: de Navarra fueron expulsados en 1498 y se trasladaron a Bayona; los de Portugal, obligados a convertirse al cristianismo en 1497, acabaron en el norte de Europa, especialmente en los Países Bajos; y finalmente buena parte de los sefardíes terminaron viviendo en los territorios del Imperio Otomano de los Balcanes y Oriente Próximo.
En la República de Venecia los judíos fueron obligados a vivir en un barrio separado llamado ghetto –la palabra gueto pasaría a designar a partir de entonces a las juderías europeas donde se recluía a los judíos–, a llevar una indumentaria que los identificara, a pagar unos impuestos muy altos, a no poder adquirir inmuebles, y a no prestar dinero con un interés superior al 12 por ciento, además de no poder ejercer determinados oficios. En varias ocasiones se intentó expulsarlos, pero los judíos de Venecia siempre encontraron la manera de volver. En el novissimo ghetto, uno de los tres con que contó la ciudad en los siglos XVI y XVII, eran donde probablemente vivían los judíos sefardíes.
Miles de judíos regresaron a la península para convertirse, a causa del maltrato que sufrieron en algunos de los lugares de acogida. Su situación se regularizó con una orden del 10 de noviembre de 1492 que establecía que las autoridades civiles y eclesiásticas tenían que ser testigos del bautismo y, en el caso de que se hubiesen bautizado antes de volver, se exigieran pruebas o testimonios que lo confirmasen. Asimismo que pudieran recuperar todos sus bienes por el mismo precio que hubieran recibido. Los retornos están documentados hasta 1499 por lo menos. Por otro lado, una provisión del Consejo Real de 24 de octubre de 1493 determinó duras sanciones para aquellos que injuriasen a estos cristianos nuevos (llamándolos tornadizos, por ejemplo). Fuente wikipedia

domingo, 24 de enero de 2016

§57 Disciplina de canelones


(Lo prometido es deuda.)

Dedicada a mi colega (de muchas cosas) Javier

(¿No sabías que era una distopía?)

—Eso —replicó la duquesa— más es darse de palmadas que de azotes. Yo tengo para mí que el sabio Merlín no estará contento con tanta blandura: menester será que el buen Sancho haga alguna disciplina de abrojos, o de las de canelones, que se dejen sentir, porque la letra con sangre entra, y no se ha de dar tan barata la libertad de una tan gran señora como lo es Dulcinea, por tan poco precio; y advierta Sancho que las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada.
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, II, 36, p. 1015-1016.

La sociedad japonesa, tremendamente anclada en sus raíces, se caracteriza aún hoy por un comportamiento social vertical que la hace muy diferente a las occidentales, fuertemente influenciadas por las ideas igualitarias. Por esta razón, la novela de Koushun Takami, que sitúa la acción en un presente alternativo del Japón desde la Segunda Guerra Mundial, pudo trasladarse a la pantalla sin dar demasiadas explicaciones (además de ser muy conocida por el público). Las personas con las que he intercambiado impresiones sobre ella la consideran absurda desde su comienzo, a pesar de que las tradiciones pedagógicas germánica y anglosajona han propiciado de alguna manera el individualismo del alumnado.
La novela se entiende perfectamente como una crítica del sistema educativo japonés, que se perpetúa sin que nadie sepa muy bien qué busca y que nadie se atreva a contradecir (aunque podría ser el de cualquier país que fomente la competencia y el utilitarismo como principales valores). Por ello los 42 estudiantes aceptan las reglas del juego y no muestran apenas compasión hacia sus compañeros.
En la película, la clase es la propia sociedad decadente, que de pronto se percata de estar viviendo la pesadilla del totalitarismo, y la prueba es un acontecimiento que sirve para dar vía de escape a los impulsos autodestructivos de la sociedad, al tiempo que la divide moralmente, impidiendo una rebelión organizada.

Escena de Battle Royale (2000) de Kinji Fukasaku


La escena reproduce de forma esperpéntica —¿o no?— el comienzo de un nuevo curso —respeto que muchos tengan el recuerdo placentero de cuadernos a estrenar—.
Como mi andadura en el sistema se inició durante los estertores de la dictadura franquista tengo mi propia experiencia de cómo se regían entonces los colegios. El mío no fue especialmente estricto, pero conservó intactas hasta el final las formas de levantarse, saludar, rezar, callar, numerarse, vestir y hablar como Dios manda. Más de un pescozón recibí por cuchichear con el par que me acompañó, por cercanía alfabética, durante toda la EGB; el condenado profesor debía tener antepasados indios, pues ninguno le oyó nunca acercarse.
Mi colegio constaba de una sola clase enorme, donde todos los cursos estaban distribuidos en mesas corridas, y todas las lecciones las impartía la misma persona, empezando por los cursos superiores, mientras los demás guardábamos respetuoso silencio. Así aprendíamos siempre algo de más, o esa era la teoría. Todavía recuerdo la rutina: lunes, lengua; martes, matemáticas; miércoles, naturales; jueves, sociales; y viernes, religión, caligrafía y dibujo. Sin gimnasia, que bastante ejercicio hacíamos en el recreo. Un camión del ejército pasaba cerca muchas mañanas con el pan de la tropa y corríamos como diablos para conseguir un bollo que otorgaba el furriel, que nos ahorraba la peseta del almuerzo.
Un día el profesor encontró bajo una de las mesas una rama enorme, arrancada por el viento, que había sido introducida de contrabando durante el recreo, por una peregrina ocurrencia. Durante años proporcionó la materia prima de las varas con las que se juzgó nuestra más mínima desviación de las normas de conducta.

(Vi romper muchas, más nunca cuándo se acabaron.)

El resto de la enseñanza obligatoria la pasé en un instituto público elegido por mis padres, donde todavía se discriminaba por sexo en edificios separados. De la calle venían ecos de las manifestaciones de la primera transición y el silencio pavoroso del tejerazo. En los años universitarios apenas encontraría reglas de comportamiento.
Quizás esto me haya proporcionado una perspectiva sobre los cambios en la sociedad y en el sistema educativo que no disponen generaciones posteriores. Casualmente supe de esta película por una de aquellas amistades del colegio.

La letra con sangre entra, de Francisco de Goya  (1780-85)

El éxito de las novelas de Suzanne Collins (Los Juegos del Hambre, 2008) y su posterior adaptación al cine, se vieron empañados por la publicación de numerosos comentarios sobre la cantidad de similitudes que guardan con las versiones de Battle Royale; incluido Stephen King que rápidamente aclaró que La larga marcha (1979) también podría haber sido referente de todas ellas. Mi admirado Gus Portokalos (Mi Gran Boda Griega, Joel Zwick, 2000) diría que todas tienen su origen en la leyenda griega de Teseo y el Minotauro.

 ("Todos somos frutos")

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La Ley de Reforma Educativa del Milenio: Battle Royale

La ley BR (Battle Royale) se rige según estos artículos:

Artículo 1: Objetivo de Battle Royale
Se instituyó con el fin de formar una nación sana de cuerpo, mente y espíritu.
Artículo 2: Quiénes van a participar
Va destinada, una vez al año y aleatoriamente, a una clase elegida entre tercero o cuarto de secundaria o bachillerato. Es decir, la fase final de la educación. Esta ley se aplica a toda la población, sin distinción de raza, sexo, condición social, ideologías políticas, religión u orientación sexual.
Artículo 3: Orientación general de Battle Royale
Todos los estudiante sujetos a esta ley deben alegrarse, divertirse y apreciarla. El combate debe hacerse con ganas y apreciando la inmensa oportunidad de poder participar.
Artículo 4: Obligación de los participantes de Battle Royale
Todos los participantes tienen el deber de matarse los unos a los otros. Ninguno de los participantes debe negarse o rechazarlo. Ni siquiera intentar obstaculizar el juego.
Artículo 5: Medidas judiciales únicas y especiales para los participantes
Todos los participantes están exentos de cualquier delito judicial como asesinar a sus compañeros de clase; causar incendios; utilizar armas de cualquier clase; robar las armas; violar la intimidad y los derechos de los demás; incluida la utilización ilegal de medicamentos. Sin embargo, les está prohibido rebelarse contra el profesor supervisor, contra los militares y contra los miembros del comité, impedir su acción o vengarse. Se castigará severamente a los que se atrevan a cometer tales actos convirtiéndose en fugitivos de la justicia.
Artículo 6: El ganador
Battle Royale concluye con la victoria de un solo ganador, el único superviviente de todo el juego. Ninguna derogación a esta norma es posible.
Artículo 7: La vida del ganador después de Battle Royale
El Estado subvencionará al ganador durante toda su vida. Tendrá un estatus de ciudadano modelo y será un ejemplo a seguir para formar una nación sana de cuerpo, mente y espíritu. Todo el pueblo, pues, será partícipe de la financiación del ganador/a.
Artículo 8: Supervisor de Battle Royale
Se coloca a los responsables administrativos de Battle Royale bajo la autoridad del supervisor/a. Éste/ésta se elige en el seno del Comité de promoción de la ley BR, sobre recomendación de sus miembros. Está habilitado/a para infringir todas las leyes con el fin de hacer progresar eficazmente el juego. Aunque ni el Estado, ni el Comité se hacen responsables de la supervivencia del profesor/a.
Artículo 9: Indemnización a las familias de los perdedores
Las familias de los perdedores recibirán una indemnización por la pérdida del estudiante. Esta medida se presenta bajo una norma específica.
Artículo 10: Disposiciones complementarias al reglamento
Con el fin de garantizar el buen desarrollo de Battle Royale, algunas disposiciones complementarias podrán publicarse en caso de necesidad.
Fuente wikipedia

domingo, 17 de enero de 2016

§56 Suerte contraria

De la muerte decía Epicuro que es algo que no debemos temer, porque mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos. Con este razonamiento, verdaderamente aplastante —decía Mairena— pensamos saltarnos la muerte a la torera, con helénica agilidad del pensamiento. Sin embargo —el sin embargo de Mairena era siempre la nota del bordón de la guitarra de sus reflexiones—, eso de saltarse la muerte a la torera no es tan fácil como parece, ni aún con la ayuda de Epicuro, porque en todo salto propiamente dicho la muerte salta con nosotros. Y esto lo saben los toreros mejor que nadie.
Antonio Machado, Antonio de Mairena, en Poesía y Prosa, 1989, IV, p.2001
Una de las consecuencias que trajo consigo el éxito de las novelas de Stieg Larsson (la trilogía Millennium) fue la revitalización del thriller policial europeo y sus variantes. O, quizás, sus novelas encontraron el terreno abonado en un público que deseaba encontrar respuesta a sus temores, nacidos de la globalización de la amenaza terrorista, en los esfuerzos de aquellos individuos que se enfrentan cara a cara al crimen. O, simplemente, los vengadores solitarios son una tendencia que periódicamente regresa con nuevos bríos. Sea como fuere, en nuestro país vecino, Fred Cavayé ha encabezado una interesante revisión del polar francés centrada las relaciones familiares como motor emocional de sus personajes. Sus imágenes, llenas de acción callejera, intentan mostrar la vitalidad de esos sentimientos, muchas veces encontrados.

Escena de Mea culpa (2014) de Fred Cavayé

Me llamó poderosamente la atención la elección de utilizar en montaje paralelo una corrida de toros —en realidad, un esquema en pequeños cortes o estampas de los tercios, el arrastre y el saludo; quizás le faltó el paseíllo para redondear la faena—. Es muy poco frecuente fuera de la Piel de toro (o allende los mares en un puñado de países) y casi políticamente incorrecto en un país donde sólo está permitida la celebración de corridas en unas pocas ciudades del sur que conservan sus ferias.
Aunque no se menciona, la trama se desarrolla en Arlés. Durante la Pascua se llevan a cabo corridas españolas en la cual se mata al toro y que se precede de un encierro por las calles. Las corridas de toros se llevan a cabo en el anfiteatro romano, incluyendo corridas al estilo provenzal (courses camarguaises) en la cual no se mata el toro sino que un equipo de hombres atléticos tratan de quitarle la borla de los cuernos sin ser heridos por el toro.
En los últimos años los intentos de inclusión de la tauromaquia dentro del patrimonio cultural inmaterial francés han generado una fuerte polémica. Incluso mientras buscaba confirmación de algunos datos encontré una opinión que acusaba absurdamente a esta película de fomentar el maltrato animal —más bien al contrario, pues equipara la muerte del toro en la arena con una ejecución sumarísima, que además provoca la persecución del espectador que inocentemente la ha presenciado—.
La persecución de la sombra del niño, con ecos de El Tercer Hombre (Carol Reid, 1949) —otra vez—, me distrajo y estuve tentado de dejar el tema, pero algo recóndito hacía que no quedara satisfecho. Al fin y al cabo, una corrida no deja de ser una representación de la lucha de la civilización contra lo natural —despojada del halo religioso de los primeros ritos— en la que nos identificamos con el hombre, pero ¿y si fuéramos el toro?
Si se analiza despacio, hay mucha ficción en la consideración del toro de lidia como un animal violento. No hay que olvidar que se trata de un herbívoro (que no precisa atacar para alimentarse), al que se puede ver corretear tranquilamente en libertad por la dehesa y al que hay que tentar para que embista. El acoso y derribo de erales se realiza en campo abierto para los machos golpeándoles en las ancas con una garrocha, hasta siete veces si el ejemplar responde.
El protagonista de esta historia tiene una actitud tan abúlica, debido a un trauma, que llego a pensar si no será el castigo su mejor terapia. Con esto no quiero defender el uso de la violencia (tampoco de las corridas), solo que el shock le devuelve su papel de protector, que no duda en asumir, y su vida.
Su antiguo compañero de armas, que tiene sus propias motivaciones, le acompaña en la empresa que se convierte en un mano a mano, tanto en la acción, como en lo interpretativo. La presencia de Vincent Lindon y Gilles Lellouche en la pantalla es lo que más se ha valorado de la película —indiscutible, aunque creo que a los demás se les ha dejado muy poco hueco para lucirse—.

Francisco de Goya, Tauromaquia nº 20. Ligereza de Juanito Apiñani en Madrid.
 
Aguafuerte y aguatinta. 1814-16.
Saltar a la torera, acoso y derribo, mano a mano son tres expresiones que han aparecido en lo ya escrito, que se entienden perfectamente en cualquier contexto y que proceden del coloquial taurino. Pero hay muchísimas y sería un interesante juego introducirlas en cualquier texto o, mejor, sería una lástima que fueran estigmatizadas por su origen cuando el vulgar se las apropió con entusiasmo. Oler a cuerno quemado, echarse al mundo por montera, hacer novillos, cambiar de tercio, tirarse un farol, dar largas, estar al quite, escurrir el bulto, tener querencia, crecerse en el castigo, pinchar en hueso, dejar para el arrastre, dar la puntilla, salir por la puerta grande, hacer algo a toro pasado, dar la alternativa, estar hasta la bandera, pasar por alto, mirar al tendido, división de opiniones, coger al toro por los cuernos, verlos desde la barrera, conocer el percal, echar un capote y —me gusta especialmente— tener mano izquierda, son un buen puñado de expresiones que avalan la importancia que llegó a tener este espectáculo en la sociedad.
Hasta llego a pensar que no se entiende el castellano sin la lidia.
Y, metafóricamente, la película, entonces, la exalta.

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El descabello (actual) se inventó tras morir un espectador al volar el estoque de Belmonte (ABC Toros 15/07/2015)
Lunes, 6 de agosto de 1934. La plaza de La Coruña estaba llena hasta los topes, con aficionados de todos los puntos de España. La gente intentaba sin éxito conseguir una entrada para una corrida de máxima expectación. Ni un boleto quedaba. No era para menos: Juan Belmonte, Ignacio Sánchez Mejías y Domingo Ortega daban cuenta de una corrida de Albaserrada.
La felicidad que se respiraba en el ambiente duró poco. Cuando salió el primer toro, terciado como toda la corrida, el Pasmo de Triana lo recibió con temple. Pero al salir del primer quite fue prendido y volteado, por fortuna sin consecuencias. La faena, según escribía Eduardo Palacio en ABC, tuvo adornos, pero pinchó. Llegaría entonces la tragedia: «Intentó descabellar, y el toro le tiró un derrote a la muñeca derecha, saliendo despedido el estoque como una catapulta hasta las últimas filas del tendido 1, donde quedó clavado en el lado derecho del espectador».
...

Una semana después, el 18 de agosto, el ministerio de la Gobernación abrió durante un plazo de quince días una información pública para adoptar normas que evitaran, en lo posible, que saltara el estoque al tendido en la suerte de descabellar. Los más de cuarenta descabellos distintos que presentaron a un concurso fueron probados en el Matadero de Madrid. Ahí se modificaría el reglamento y nacería el verduguillo, con su «cruceta». Fuente ABC

domingo, 10 de enero de 2016

§55 La piquera americana

Allí estaban sus abejas: el mundo seguía cambiando, como lo hacía él mismo, pero ellas permanecían inmutables. Y después de que cerrara los ojos y su respiración se relajara, sería una abeja la que le daría la bienvenida a casa; una obrera que se materializó en su pensamiento, lo encontró en alguna otra parte, se posó sobre su garganta y le picó.
Mitch Cullin, Mr. Holmes (2005) c.1
El cine, como generador de imágenes muy poderosas, pronto fue utilizado como medio de difusión ideológica. Su primer decidido impulsor fue Joseph Goebbels, desde el Ministerio de Propaganda en la Alemania Nazi; de aquí que la propaganda suela considerarse como algo negativo. Los americanos, por su parte, también hicieron sus pinitos para facilitar la colocación de bonos de guerra, un instrumento de financiación del Estado, como la deuda pública. Una de las formas derivadas de aquel cine comenzó casi inmediatamente después y se desarrollo durante la Guerra Fría: una vez eliminada la amenaza era importante mantener vivo su recuerdo y en las películas el mensaje llegaba más rápidamente y a mayor cantidad de público, sobre todo a las clases populares. Después pasó a la televisión, al mercado de vídeo doméstico y vídeo por demanda (on demand) que es como se ha difundido principalmente la que me ocupa.

Bond, Liberty Bond
Tras ver Survivor tengo la sensación de que intenta retener el recuerdo del horror del 11 de septiembre, revelando la existencia de una red global que relaciona toda actividad terrorista —no niego que la desestabilización sea un poderoso nexo de unión, además la película añade otros posibles: la ambición, la venganza y el oficio—.
Una vez pasado el cine de los abnegados bomberos y policías, le ha llegado el turno protagonista al personal de las embajadas, en concreto a los encargados de emitir los visados de entrada para Estados Unidos, que son como las abejas que guardan la piquera de la colmena.

Escena de Survivor (2015) de James McTeigue


Su papel se puede resumir en dos palabras identificación y seguridad. En la escena, que sigue al título, podemos reconocer, sin gran dificultad, Londres, su zona centro y el barrio de Mayfair, donde se encuentra la embajada americana. Después, los objetivos, incluida la jefa de Seguridad (el vigilante debe tenerle hecha una ficha biométrica o reconoce la moto que, por cierto, deja sobre la acera, como si la embajada no tuviera aparcamiento), para finalmente terminar con una reunión donde se nos informa de un mecanismo de control que identifica las falsificaciones.
La palabra identificar tiene una de las definiciones Rae más curiosas con las que me he encontrado últimamente: “Hacer que dos o más cosas, en realidad distintas, aparezcan y se consideren como una misma”. No es el concepto que asumimos normalmente, el que destaca la individualidad y se deriva del uso que le damos a documentos o claves particulares, sino el orgánico, que nos define como unidades que forman un conjunto organizado u ordenado, como larvas en las celdas del panal.
O dicho de otra forma, preferimos pensar que el sistema preserva nuestra diversidad, idea probablemente derivada del concepto derechos individuales que surgió en la Ilustración, cuando en realidad solo nos señala como miembros de un enjambre en particular. Además nuestra primera intuición se identifica progresivamente con esta otra cuando entra en peligro nuestra seguridad —nuevamente ambos conceptos aparecen relacionados—.
La pirámide de Maslow es una representación gráfica en cinco niveles jerárquicos de las necesidades humanas. La teoría defiende que, conforme se satisfacen las más básicas, se acometen las inmediatamente superiores. Los cuatro primeros se suelen agrupar como necesidades de déficit o primordiales, estando la seguridad en el segundo escalón. El superior es el de autorrealización, el primero que se sacrifica cuando las cosas se ponen feas.


En la película el sicario está a salvo de controles por que se sabe demasiado poco de él. Solo es visible su trabajo. Se le conoce, indudablemente por su precisión, como el relojero y tiene su tapadera ¡en una relojería!
—¡Lo siento! No pude evitar asociar ésto con el discurso de Orson Welles, en la noria del Prater, de El Tercer Hombre (Carol Reed, 1949):
Recuerda lo que dijo no sé quién. En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia no hubo más que terror, guerras, terror y matanzas, pero surgieron Miguel Angel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj de cuco.
Ironías aparte, la consecuencia de la identificación positiva del potencial agresor es la picadura, que en las abejas lleva acarreada la muerte del defensor, que se auto sacrifica por su comunidad, y la automática y eficaz limpieza de todo resto de la agresión. Como en ocasiones no son capaces de trasladar los restos (si se trata de un roedor o de una polilla grande) los envuelven de una sustancia llamada propóleo (de pro y polis, algo así como para bien de la ciudad), un potente antibiótico que puede aislar definitivamente el foco de infección, convirtiéndolo en una momia —este verano pude ver unos ejemplares en un una granja-museo en Poyales del Hoyo, provincia de Avila, visita que recomiendo—.
Moraleja: no saquen ninguna del último párrafo.

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El documento nacional de identidad (dni) o carnet de identidad se crea a instancias del General Franco en 1944 para todos los ciudadanos de nacionalidad española, aunque él no estrenó el suyo, que tenía el número uno, hasta 1951. Reservó los siguientes para su esposa e hija (del cuarto al noveno han quedado vacantes). En 1961 al permitirse el regreso de la Familia Real se asignaron al futuro rey y su esposa los números 10 y 11, reservándose hasta el 99 para sus descendientes en la sucesión. El número 13, que hubiera correspondido a la infanta Cristina, fue descartado por la superstición. El actual rey Felipe tiene el 15 y sus hijas Leonor y Sofía, respectivamente 16 y 17.
A lo largo de 2006-7 se implantó la evolución lógica al dni electrónico, que se diferencia del tradicional por un chip que pretende garantizar la identidad de la persona que lleva a cabo las gestiones y transacciones electrónicas que se realicen con él.
En cuanto a la unicidad de la numeración de estos documentos la administración encargada de su gestión vela por la asignación de números únicos. No obstante, desde la creación de este documento en España se han producido diferentes situaciones que han derivado en la asignación de un mismo número a múltiples ciudadanos. Así para el año 1992 había en España unos 200.000 ciudadanos con un número de dni no único. El hecho de que este número no sea único es bien conocido en las profesiones relacionadas con las bases de datos informatizadas, en donde no se utiliza este campo como identificador único pues existen colisiones (números repetidos). Este error se corregirá al fallecer los afectados puesto que es perpetuo por motivos legales.
Los números más bajos no correspondieron en el pasado a personas ya fallecidas. Nadie ostenta “un número de un muerto”, como se suele decir.
Los primeros obligados a formalizarlo fueron los presos y los que permanecían en libertad vigilada.
Zaragoza fue la primera capital de provincia donde se expidió el documento y Burgos en acoger el proyecto electrónico.
Durante la conquista de América existió un antecedente, llamado cédula de composición, que acreditaba la identidad del que se embarcaba hacia el Nuevo Mundo. Fuente dni.zeo.es

martes, 5 de enero de 2016

§54 Apetito zombi

—Son zombis, mi querido niño: muertos vivientes. En el mundo real se mueven, hablan y creen ser libres para matarse los unos a los otros en vuestra preciosa guerra española. Pero sus almas están aquí, y el brujo dispone de su voluntad como del aire que ahora respiramos.
Javier Cosnava, 1936Z La Guerra Civil zombi (2012). cap.1.

Que una de las primeras películas que haya visto este año sea de zombis no debería parecer extraño. No por gusto, precisamente, aunque no lo desdeño. Sino por apetito. El de un público creciente que devora cada nueva propuesta y que demuestra también que se están haciendo bien las cosas.
Por poner un ejemplo, en 2010 Frank Darabont (director de Cadena perpetua, 1994) inauguraba la exitosa serie The Walking Dead, basada en el cómic homónimo de Robert Kirkman, que ha llegado a ser nominada a premios tan prestigiosos como el del gremio de escritores de América y el Globo de Oro, en su categoría de mejor serie dramática. Las temporadas segunda a cuarta fueron introducidas por varios webisodios de cinco minutos de duración, del reconocido mago del maquillaje Greg Nicotero, que también ha dirigido varios episodios en las temporadas regulares. En 2015, su sexta temporada se complementa con una serie derivada, Fear The Walking Dead
Nuevos brotes, que amplían y diversifican el mensaje y el medio, aparecen constantemente como ramas evolutivas y mutaciones del virus original, endémico en los Estados Unidos.
Rebuscando entre las cepas más virulentas, le ha tocado el turno al videojuego Dead Rising, desarrollado por Capcom (igual que la saga Resident Evil) en exclusiva para XBox 360 en 2006. La originalidad del juego se centraba en el uso de armas que combinan dos o más artefactos casuales (armas-combo) y que los enemigos finales no eran tanto los zombis, que incordian y son muchos —como debe ser—, como una serie de psicópatas que se han acomodado en este mundo apocalíptico.
Los problemas legales y litigios de los propietarios con George A. Romero (por las similitudes en la trama con El amanecer de los muertos, de 1978), que no pudieron frenar la difusión del juego, habrán sido decisivos para que la película se plantee como una secuela del juego.

Escena de Dead Rising: Watchtower (2015) de Zach Lipovsky

La acción se traslada de la ficticia ciudad de Willamette, Colorado, a la no menos fantástica East Mission, en Oregón; Estado curiosamente surcado por el río Willamette —¿corrección geográfica?—. En su comunidad han logrado convivir juntos en armonía ciudadanos e infectados tratados con un medicamento llamado Zombrex; al final del juego original se podía activar el modo prórroga para buscar los ingredientes de una medicina que detenía temporalmente el proceso de zombificación. Con el estallido de este nuevo brote los infectados son confinados en una zona de Cuarentena pendientes de transporte, mientras que al resto de la población se le permite la evacuación por sus medios. Los periodistas preguntan con razón a los afectados ¿se siente abandonado por el Gobierno?
Está claro que esta línea argumental es suficiente armazón para montar un juego de survival horror, pero las posibilidades temáticas que ofrecen los infectados, estando a medio camino entre la población y los monstruos, son ciertamente interesantes. Lástima que no sea la vía que ha terminado por elegir el guionista —¡game over, you lose!—, pero se anuncia una serie que podría enmendarlo —soñar es gratis—.
Eso no quita para que el resultado final no tenga algo que satisfaga el paladar del gourmet, como esta escena, en la que se nota el interés del realizador por aportar un toque de calidad, filmando una escena de acción en una sola toma. No es trepidante, pero contiene ese condimiento desmitificador del héroe que somos todos, que en apenas media calle ha perdido sus flamantes cachivaches; Edward Wright ya nos había dejado un par de planos secuencia sorprendentes en Zombies Party (2004) que son todo un referente. Enlace cinemafreaks

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“Cuando el pasado junio un hombre blanco perpetró una masacre en una iglesia de Charleston, en la que murieron tiroteadas nueve personas de raza negra, el presidente Obama declaró con tanta rotundidad como impotencia: "Esto no pasa en otros países avanzados". La violencia y el odio racial es una de las lacras de Estados Unidos que más preocupan al primer inquilino afroamericano de la Casa Blanca. Sin embargo, Obama está a punto de finalizar su mandato sin haber conseguido ningún avance ni en la lucha contra el racismo ni en un acceso más restrictivo a las armas. De nada han servido sus intentos para modificar la legislación. La oposición política, la fuerza de lobbies como la Asociación Nacional del Rifle y la inercia enquistada durante generaciones -no olvidemos que la segunda enmienda de la Constitución da derecho a los estadounidenses a portar armas- han frustrado cualquier cambio.”
Racismo y libertad total para poseer armas, la combinación diabólica de EEUU, frag. de Editorial de El Mundo de 12/08/15.
El Lexington Minuteman (1900), representa al Capitán de la Milicia John Parker.

La Segunda Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, aprobada el 15 de diciembre de 1791, es la que otorga el derecho a la posesión de armas a los ciudadanos, con muy pocas limitaciones. Su texto se puede traducir: “Siendo necesaria una Milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, (se establece) el derecho del pueblo a poseer y portar Armas, (el cual) no será infringido” —entiéndase esto último como “quebrantado por la ley”—.
Los primeros colonos americanos vieron la necesidad de incluir el derecho a poseer y portar armas y formar milicias estatales para sus propósitos. Durante el período pre-revolucionario las milicias estaban formadas por Lealistas y Patriotas, pero cada vez fueron más las legislaciones coloniales que excluían a los partidarios del imperio británico. Por otra parte el parlamento inglés estableció para la defensa de sus intereses un embargo a las armas de fuego y las municiones a las colonias americanas.
La restricción a la Defensa Propia, aunque no fuera el objetivo de tal medida, fue utilizada como argumento por los Patriotas. Del mismo modo, una vez declarada la Independencia, sirvió para la estrategia de aquellos que querían ver limitado el poder que otorgaba el texto constitucional al gobierno frente a los Estados. El Congreso les envió veinte enmiendas, de las que fueron aprobadas inmediatamente diez, conocidas como la Carta de Derechos de los Estados Unidos.
El 28 de junio de 2010 la Corte Suprema de los Estados Unidos sentenció que ninguna ley estatal o local podía restringir el derecho a poseer o portar armas que reconoce la Segunda Enmienda. Fuente wikipedia