“Esto es el Oeste, Señor. Cuando la leyenda se convierte
en hecho, se imprime la leyenda”.
JOHN FORD, El hombre que mató a Liberty Valance (1962)
No se si la leí o la escuché, pero recuerdo de mi infancia
la historia de la ardilla que podía recorrer de parte a parte la península
ibérica sin necesidad de tocar el suelo. Para mi, más allá de su exactitud,
representaba el lugar perfecto que necesariamente tuvo que romperse para dar
entrada al progreso.
Años más tarde me fui topando con textos que desmontaban uno
por uno los cimientos de aquella leyenda, desde su mismo origen, ilocalizable
en la obra de Estrabón; aunque la mayor parte de ésta se haya perdido en el
tiempo. O por el hecho de que hubiera osado escribir su Geografía de Iberia sin
poner un pie sobre ella. Pero la mejor, sin duda, la inutilidad de los planes
de reforestación retratada por Delibes en Las ratas. Entonces sospeché que pudo
ser una forma de propaganda y las diatribas, su oposición. Y me posicioné.
Y así, como si de Cartago tras la derrota se tratara, el
tema pasó un tiempo en mi olvido. Resurgiría, cual fénix, con la película La
ardilla roja (1993). Calculo que Julio Medem pudo tener la misma asociación de ideas,
ya que va de una impostura que termina imponiéndose. Era la posmodernidad y, en ella, el lenguaje creaba la realidad. No
es seguro, pero en ella, nada lo era.
Y si ahora estoy escribiendo es porque la he visto
citada para explicar cómo las nuevas conexiones sociales pueden determinar el devenir
(o ya lo hacen), al escapar a todo control y estar expuestas a todo tipo de
influencias. La ardilla vuelve a tener a su alcance todas las ramas, proclaman
los vendedores de hachas.
Todo es mentira y todo es verdad.
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¡feliz año 2019! |