De la muerte decía Epicuro que es algo que no debemos temer, porque mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos. Con este razonamiento, verdaderamente aplastante —decía Mairena— pensamos saltarnos la muerte a la torera, con helénica agilidad del pensamiento. Sin embargo —el sin embargo de Mairena era siempre la nota del bordón de la guitarra de sus reflexiones—, eso de saltarse la muerte a la torera no es tan fácil como parece, ni aún con la ayuda de Epicuro, porque en todo salto propiamente dicho la muerte salta con nosotros. Y esto lo saben los toreros mejor que nadie.
Antonio Machado, Antonio de Mairena, en Poesía y Prosa, 1989, IV, p.2001
Una de las consecuencias que trajo consigo el éxito de
las novelas de Stieg Larsson (la trilogía Millennium) fue la revitalización del
thriller policial europeo y sus variantes. O, quizás, sus novelas encontraron el
terreno abonado en un público que deseaba encontrar respuesta a sus temores,
nacidos de la globalización de la amenaza terrorista, en los esfuerzos de
aquellos individuos que se enfrentan cara a cara al crimen. O, simplemente, los
vengadores solitarios son una tendencia que periódicamente regresa con nuevos
bríos. Sea como fuere, en nuestro país vecino, Fred Cavayé ha encabezado una
interesante revisión del polar francés centrada las relaciones familiares como
motor emocional de sus personajes. Sus imágenes, llenas de acción callejera,
intentan mostrar la vitalidad de esos sentimientos, muchas veces encontrados.
Escena de Mea culpa (2014) de Fred Cavayé
Me llamó poderosamente la atención la elección de
utilizar en montaje paralelo una corrida de toros —en realidad, un esquema en
pequeños cortes o estampas de los tercios, el arrastre y el saludo; quizás le
faltó el paseíllo para redondear la faena—. Es muy poco frecuente fuera de la
Piel de toro (o allende los mares en un puñado de países) y casi políticamente
incorrecto en un país donde sólo está permitida la celebración de corridas en
unas pocas ciudades del sur que conservan sus ferias.
Aunque no se menciona, la trama se desarrolla en Arlés. Durante
la Pascua se llevan a cabo corridas españolas en la cual se mata al toro y que
se precede de un encierro por las calles. Las corridas de toros se
llevan a cabo en el anfiteatro romano, incluyendo corridas al estilo provenzal (courses
camarguaises) en la cual no se mata el toro sino que un equipo
de hombres atléticos tratan de quitarle la borla de los cuernos sin ser heridos por el toro.
En los últimos años los intentos de inclusión de la
tauromaquia dentro del patrimonio cultural inmaterial francés han generado una
fuerte polémica. Incluso mientras buscaba confirmación de algunos datos
encontré una opinión que acusaba absurdamente a esta película de fomentar el
maltrato animal —más bien al contrario, pues equipara la muerte del toro en la
arena con una ejecución sumarísima, que además provoca la persecución del
espectador que inocentemente la ha presenciado—.
La persecución de la sombra del niño, con ecos de El
Tercer Hombre (Carol Reid, 1949) —otra vez—, me distrajo y estuve tentado de
dejar el tema, pero algo recóndito hacía que no quedara satisfecho. Al fin y al
cabo, una corrida no deja de ser una representación de la lucha de la
civilización contra lo natural —despojada del halo religioso de los primeros
ritos— en la que nos identificamos con el hombre, pero ¿y si fuéramos el toro?
Si se analiza despacio, hay mucha ficción en la
consideración del toro de lidia como un animal violento. No hay que olvidar que
se trata de un herbívoro (que no precisa atacar para alimentarse), al que se
puede ver corretear tranquilamente en libertad por la dehesa y al que hay que
tentar para que embista. El acoso y derribo de erales se realiza en campo
abierto para los machos golpeándoles en las ancas con una garrocha, hasta siete
veces si el ejemplar responde.
El protagonista de esta historia tiene una actitud tan
abúlica, debido a un trauma, que llego a pensar si no será el castigo su mejor
terapia. Con esto no quiero defender el uso de la violencia (tampoco de las
corridas), solo que el shock le devuelve su papel de protector, que no duda en
asumir, y su vida.
Su antiguo compañero de armas, que tiene sus propias
motivaciones, le acompaña en la empresa que se convierte en un mano a mano,
tanto en la acción, como en lo interpretativo. La presencia de Vincent Lindon y
Gilles Lellouche en la pantalla es lo que más se ha valorado de la película —indiscutible,
aunque creo que a los demás se les ha dejado muy poco hueco para lucirse—.
Saltar a la torera, acoso y derribo, mano a mano son tres
expresiones que han aparecido en lo ya escrito, que se entienden perfectamente en
cualquier contexto y que proceden del coloquial taurino. Pero hay muchísimas y
sería un interesante juego introducirlas en cualquier texto o, mejor, sería una
lástima que fueran estigmatizadas por su origen cuando el vulgar se las apropió
con entusiasmo. Oler a cuerno quemado, echarse al mundo por montera, hacer
novillos, cambiar de tercio, tirarse un farol, dar largas, estar al quite, escurrir
el bulto, tener querencia, crecerse en el castigo, pinchar en hueso, dejar para
el arrastre, dar la puntilla, salir por la puerta grande, hacer algo a toro
pasado, dar la alternativa, estar hasta la bandera, pasar por alto, mirar al
tendido, división de opiniones, coger al toro por los cuernos, verlos desde la
barrera, conocer el percal, echar un capote y —me gusta especialmente— tener
mano izquierda, son un buen puñado de expresiones que avalan la importancia que
llegó a tener este espectáculo en la sociedad.
Francisco de Goya, Tauromaquia nº 20. Ligereza de Juanito Apiñani en Madrid. Aguafuerte y aguatinta. 1814-16. |
Hasta llego a pensar que no se entiende el castellano sin
la lidia.
Y, metafóricamente, la película, entonces, la exalta.
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El descabello (actual) se inventó tras morir un espectador al
volar el estoque de Belmonte (ABC Toros 15/07/2015)
Lunes, 6 de
agosto de 1934. La plaza de La Coruña estaba llena hasta los topes, con
aficionados de todos los puntos de España. La gente intentaba sin éxito
conseguir una entrada para una corrida de máxima expectación. Ni un boleto
quedaba. No era para menos: Juan Belmonte, Ignacio Sánchez Mejías y Domingo
Ortega daban cuenta de una corrida
de Albaserrada.
La felicidad que se respiraba en el ambiente duró poco.
Cuando salió el primer toro, terciado como toda la corrida, el Pasmo de Triana lo recibió con
temple. Pero al salir del primer quite fue prendido y volteado, por fortuna sin
consecuencias. La faena, según escribía Eduardo Palacio en ABC, tuvo adornos, pero pinchó. Llegaría
entonces la tragedia: «Intentó descabellar, y el toro le tiró un derrote a la
muñeca derecha, saliendo despedido
el estoque como una catapulta hasta las últimas filas del tendido 1, donde
quedó clavado en el lado derecho del espectador».
...
Una semana después, el 18 de agosto, el ministerio de la Gobernación abrió
durante un plazo de quince días una información pública para adoptar normas que
evitaran, en lo posible, que saltara el estoque al tendido en la suerte de
descabellar. Los más de cuarenta descabellos distintos que presentaron a un
concurso fueron probados en el Matadero
de Madrid. Ahí se modificaría el reglamento y nacería el
verduguillo, con su «cruceta». Fuente ABC
Es curioso...hasta que no he leído esta entrada de tu blog no me había fijado en la cantidad de expresiones taurinas que usamos cotidianamente.
ResponderEliminarSi te metes en un embolao y te saltas las cosas a la torera puedes hacer a alguien una faena y meterle un buen puyazo. Hay que atarse bien los machos , capear el temporal, no parecer nuevo en la plaza y rematar la faena o cortarse la coleta. En fin...Qué Dios reparta suerte!
:P jajajaja
A ver qué te parece: "Con más mañas que un toro lidiado" Pitonera.
EliminarGracias por estar ahí, siempre.