domingo, 10 de enero de 2016

§55 La piquera americana

Allí estaban sus abejas: el mundo seguía cambiando, como lo hacía él mismo, pero ellas permanecían inmutables. Y después de que cerrara los ojos y su respiración se relajara, sería una abeja la que le daría la bienvenida a casa; una obrera que se materializó en su pensamiento, lo encontró en alguna otra parte, se posó sobre su garganta y le picó.
Mitch Cullin, Mr. Holmes (2005) c.1
El cine, como generador de imágenes muy poderosas, pronto fue utilizado como medio de difusión ideológica. Su primer decidido impulsor fue Joseph Goebbels, desde el Ministerio de Propaganda en la Alemania Nazi; de aquí que la propaganda suela considerarse como algo negativo. Los americanos, por su parte, también hicieron sus pinitos para facilitar la colocación de bonos de guerra, un instrumento de financiación del Estado, como la deuda pública. Una de las formas derivadas de aquel cine comenzó casi inmediatamente después y se desarrollo durante la Guerra Fría: una vez eliminada la amenaza era importante mantener vivo su recuerdo y en las películas el mensaje llegaba más rápidamente y a mayor cantidad de público, sobre todo a las clases populares. Después pasó a la televisión, al mercado de vídeo doméstico y vídeo por demanda (on demand) que es como se ha difundido principalmente la que me ocupa.

Bond, Liberty Bond
Tras ver Survivor tengo la sensación de que intenta retener el recuerdo del horror del 11 de septiembre, revelando la existencia de una red global que relaciona toda actividad terrorista —no niego que la desestabilización sea un poderoso nexo de unión, además la película añade otros posibles: la ambición, la venganza y el oficio—.
Una vez pasado el cine de los abnegados bomberos y policías, le ha llegado el turno protagonista al personal de las embajadas, en concreto a los encargados de emitir los visados de entrada para Estados Unidos, que son como las abejas que guardan la piquera de la colmena.

Escena de Survivor (2015) de James McTeigue


Su papel se puede resumir en dos palabras identificación y seguridad. En la escena, que sigue al título, podemos reconocer, sin gran dificultad, Londres, su zona centro y el barrio de Mayfair, donde se encuentra la embajada americana. Después, los objetivos, incluida la jefa de Seguridad (el vigilante debe tenerle hecha una ficha biométrica o reconoce la moto que, por cierto, deja sobre la acera, como si la embajada no tuviera aparcamiento), para finalmente terminar con una reunión donde se nos informa de un mecanismo de control que identifica las falsificaciones.
La palabra identificar tiene una de las definiciones Rae más curiosas con las que me he encontrado últimamente: “Hacer que dos o más cosas, en realidad distintas, aparezcan y se consideren como una misma”. No es el concepto que asumimos normalmente, el que destaca la individualidad y se deriva del uso que le damos a documentos o claves particulares, sino el orgánico, que nos define como unidades que forman un conjunto organizado u ordenado, como larvas en las celdas del panal.
O dicho de otra forma, preferimos pensar que el sistema preserva nuestra diversidad, idea probablemente derivada del concepto derechos individuales que surgió en la Ilustración, cuando en realidad solo nos señala como miembros de un enjambre en particular. Además nuestra primera intuición se identifica progresivamente con esta otra cuando entra en peligro nuestra seguridad —nuevamente ambos conceptos aparecen relacionados—.
La pirámide de Maslow es una representación gráfica en cinco niveles jerárquicos de las necesidades humanas. La teoría defiende que, conforme se satisfacen las más básicas, se acometen las inmediatamente superiores. Los cuatro primeros se suelen agrupar como necesidades de déficit o primordiales, estando la seguridad en el segundo escalón. El superior es el de autorrealización, el primero que se sacrifica cuando las cosas se ponen feas.


En la película el sicario está a salvo de controles por que se sabe demasiado poco de él. Solo es visible su trabajo. Se le conoce, indudablemente por su precisión, como el relojero y tiene su tapadera ¡en una relojería!
—¡Lo siento! No pude evitar asociar ésto con el discurso de Orson Welles, en la noria del Prater, de El Tercer Hombre (Carol Reed, 1949):
Recuerda lo que dijo no sé quién. En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia no hubo más que terror, guerras, terror y matanzas, pero surgieron Miguel Angel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj de cuco.
Ironías aparte, la consecuencia de la identificación positiva del potencial agresor es la picadura, que en las abejas lleva acarreada la muerte del defensor, que se auto sacrifica por su comunidad, y la automática y eficaz limpieza de todo resto de la agresión. Como en ocasiones no son capaces de trasladar los restos (si se trata de un roedor o de una polilla grande) los envuelven de una sustancia llamada propóleo (de pro y polis, algo así como para bien de la ciudad), un potente antibiótico que puede aislar definitivamente el foco de infección, convirtiéndolo en una momia —este verano pude ver unos ejemplares en un una granja-museo en Poyales del Hoyo, provincia de Avila, visita que recomiendo—.
Moraleja: no saquen ninguna del último párrafo.

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El documento nacional de identidad (dni) o carnet de identidad se crea a instancias del General Franco en 1944 para todos los ciudadanos de nacionalidad española, aunque él no estrenó el suyo, que tenía el número uno, hasta 1951. Reservó los siguientes para su esposa e hija (del cuarto al noveno han quedado vacantes). En 1961 al permitirse el regreso de la Familia Real se asignaron al futuro rey y su esposa los números 10 y 11, reservándose hasta el 99 para sus descendientes en la sucesión. El número 13, que hubiera correspondido a la infanta Cristina, fue descartado por la superstición. El actual rey Felipe tiene el 15 y sus hijas Leonor y Sofía, respectivamente 16 y 17.
A lo largo de 2006-7 se implantó la evolución lógica al dni electrónico, que se diferencia del tradicional por un chip que pretende garantizar la identidad de la persona que lleva a cabo las gestiones y transacciones electrónicas que se realicen con él.
En cuanto a la unicidad de la numeración de estos documentos la administración encargada de su gestión vela por la asignación de números únicos. No obstante, desde la creación de este documento en España se han producido diferentes situaciones que han derivado en la asignación de un mismo número a múltiples ciudadanos. Así para el año 1992 había en España unos 200.000 ciudadanos con un número de dni no único. El hecho de que este número no sea único es bien conocido en las profesiones relacionadas con las bases de datos informatizadas, en donde no se utiliza este campo como identificador único pues existen colisiones (números repetidos). Este error se corregirá al fallecer los afectados puesto que es perpetuo por motivos legales.
Los números más bajos no correspondieron en el pasado a personas ya fallecidas. Nadie ostenta “un número de un muerto”, como se suele decir.
Los primeros obligados a formalizarlo fueron los presos y los que permanecían en libertad vigilada.
Zaragoza fue la primera capital de provincia donde se expidió el documento y Burgos en acoger el proyecto electrónico.
Durante la conquista de América existió un antecedente, llamado cédula de composición, que acreditaba la identidad del que se embarcaba hacia el Nuevo Mundo. Fuente dni.zeo.es

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