jueves, 31 de diciembre de 2015

§53 Un argumento demoledor

Mi mamá dice que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar.
Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994)
Creo que no me equivoco mucho si digo que aquel personaje de Tom Hanks debió inspirar la novela El abuelo que saltó por la ventana y se largó (Jonas Jonasson, 2009) y que por ello la película de Felix Herngren no puede evitar relacionarse y ser comparada con aquella. Supongo que esto es lo que pasa cuando eres un director sueco, no te apellidas Bergman y tienes que adaptar un bestseller mundial.
Aunque también hay que reconocer que el autor del libro tenía mucho más claro qué elementos funcionaban y cómo dosificarlos.
De todas formas, la intención de mi cita iba por otros lares. Era subrayar la decisiva influencia de la sabiduría materna, que todos sacamos de una forma o de otra de vez en cuando. El principio básico que determina las decisiones de Allan Karlsson se encuentra en las últimas palabras que su madre le regala antes de fallecer: "Las cosas son como son y pasará lo que tenga que pasar". Esto, que podría parecer una perogrullada, en realidad ha mantenido ocupados a pensadores de todos los tiempos y es uno de los pilares de ideologías y religiones dispares y ha provocado no pocas guerras en el mundo: el debate sobre el libre albedrío. Típico de una madre de las de antes, de las que decían siempre la última palabra o terminaban la frase con una zapatilla en la mano.
Sin embargo, la figura paterna no pertenece tanto al ámbito del hogar y no tiene una influencia tan decisiva. Su padre, que parecía un idealista, un insensato o ambas cosas, le dejó una herencia mucho más material: una joya con forma de huevo, unas muñecas rusas y una cámara de fotos. Como dice el protagonista, narrador de sus memorias, un buen legado. 

Escena de El Abuelo que saltó por la ventana y se largó (Felix Herngren, 2013)


A posteriori pensé que el contenido de la caja podía tener un significado simbólico. No sería como la ofrenda de los Reyes Magos, pero el primero prometía, el Fabergé. Claro que esto es lo que ocurre cuando se introducen elementos que no están en la historia original en una película que voy a ver.
La novela cuenta que su madre solo recibió un huevo de pascua de madera lacada realizado por un tal Fabbe, que vendió a un comerciante y que éste se convirtió en el tercer propietario de un automóvil de la comarca, el primer Volvo (claro que no salió hasta 1927, el ÖV4; OV es la abreviatura de Vagn Oppen, coche abierto en sueco y el 4 significa que tiene cuatro asientos) —¡quién iba a pensar que el primer vehículo sueco sería un descapotable!—.
Su padre también llamaba Carl a este artista amigo suyo, del que da algún otro dato, que hace que se le pueda identificar como el famoso joyero. El huevo azul que aparece no pertenece a la colección imperial, fue un encargo del propietario de unas minas de oro en Siberia para su esposa. Recuerda una piña y alberga en su interior un elefante al que está unido por una cadena —¡qué ocurrencia!— El de la película pudo ser un modelo para su fabricación. Ahora sólo falta relacionarlo con mi teoría.

http://lillianelegance.blogspot.com.es/p/faberge.html
Huevo de elefante, mahout incluido.
La construcción de una biografía suele comenzar con el nacimiento, sino antes, por la gran importancia que se ha dado históricamente a los antepasados, dejar clara la limpieza de sangre y patente la nobleza de cuna. Y se continúa cronológicamente hasta el presente, marcando el paso entre las clásicas fases de la vida. A esta fórmula, se la denomina ab ovo, desde el huevo —¡mira por dónde!— 
Es cierto que en ese momento ya tenía diez años, pero este suceso marca el inicio de su afición por la pirotecnia. Otro sueco, un químico llamado Alfred Nobel, había inventado la dinamita y parece que se ganó bien la vida, pues al final dejó una fortuna de 33 millones de coronas, cien mil para su familia y el resto para unos premios que llevan su nombre. Y una cosa llevó a la otra y esta a la siguiente, como ocurre cuando abres una matrioska.

No tiene pajarito, pero si un telémetro incorporado

El tercer presente, la cámara, es el elemento más controvertido, puesto que la industria fotográfica rusa no se desarrolló hasta después de la Segunda Guerra Mundial, tras incautarse de las fábricas del este de Alemania, de las más prestigiosas y avanzadas en ese momento. El modelo parece una Moskva, que tuvo varias versiones con fuelle plegable. Según los expertos, una cámara excelente que se puede adquirir todavía a unos precios asequibles. Indudablemente representa el recuerdo y augura que va a vivir acontecimientos memorables a lo largo de su vida.

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Peter Carl Fabergé, conocido también como Karl Gustavovich Fabergé (1846–1920), fue un joyero ruso, considerado uno de los orfebres más destacados del mundo. Realizó 69 huevos de Pascua entre los años 1885 a 1917, de los que se conservan 61.
En 1870 pasó a ser el responsable de la empresa familiar de joyería en San Petersburgo. Con una excelente reputación como diseñador, trabajaba con metales y piedras preciosos con los que materializaba diseños de diferentes estilos como ruso antiguo, griego, renacentista, barroco, art nouveau, naturalista y caricaturesco. Sus obras fueron expuestas en la Exposición Panrusa de Moscú de 1882 y recibieron la medalla de oro. Su éxito le reportó el nombramiento de orfebre y joyero de la Corte Imperial Rusa y de otras muchas monarquías europeas. 
Para la Pascua de 1883, el zar Alejandro III le encargó un obsequio para su mujer, la zarina María, con las únicas especificaciones de que debía ser único y contener una sorpresa. El regalo consistió en un huevo con cáscara de platino que contenía dentro uno más pequeño de oro. Al abrirse este último, se encontraba una gallina de oro en miniatura que tenía sobre su cabeza una réplica de la corona imperial rusa. Este particular Huevo de Pascua le gustó tanto a la emperatriz que el zar le ordenó realizar uno nuevo para cada Pascua.
Once fueron en total los huevos que Alejandro III le regaló a su mujer. Luego, su hijo Nicolás II continuó con esta tradición y mandó otros para regalarle a su mujer y a su madre. Otros siete huevos de Pascua fueron encargados por Alejandro Ferdinandovich Kelch, dueño de minas de oro en Siberia, para su esposa Bárbara. Asimismo personajes de la época como Alfred Nobel —otra vez—, el príncipe Yussupov y los duques de Marlborough, entre otros de categoría no imperial, suman un total de otros ocho huevos. Fuente wikipedia

Huevo de Alejandro III ecuestre.
Ecuestre lo que cuestre (Les Luthiers)



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