Siempre me pareció perturbador que alguien hubiera ideado
algo tan absurdo como el elefante suspendido de la telaraña de la cancioncilla
infantil. Y no digo nada de su machacona multiplicación.
Un
día empecé a pensar en la profusión de improvisadas embarcaciones y su insistencia
en remontar cada cresta de mar en pos de una ilusión y me compadecí de la osada
desesperación de los paquidermos.
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