viernes, 20 de noviembre de 2015

§47 El gran caricato

Llamo a mi esposa: Gala, Galuchka, Gradiva (porque ha sido mi Gradiva); Oliva (por el óvalo de su rostro y el color de su piel); Oliveta, diminutivo catalán de oliva (aceituna); y sus delirantes derivados: Oliueta, Oriueta, Buribeta, Buriueteta, Suliueta, Solibubuleta, Oliburibuleta, Ciueta, Liueta. También la llamo Lionette, porque ruge, cuando se enoja, como el león de la Metro-Goldwyn-Mayer; Ardilla, Tapir, Pequeño Negus (porque se parece a un animado animalito selvático); Abeja (porque descubre y me trae todas las esencias que se convierten en la miel de mi pensamiento en la atareada colmena de mi cerebro). 
Salvador Dalí
Prefiero no tener una opinión preconcebida sobre una película, así que no suelo anunciar qué voy a ver. Pero no puedo evitar recibir comentarios espontáneos de tal o cual película, sobre todo cuando hablo de cine —y casi siempre termino hablando de cine—. Así que, aún a sabiendas de la pobre acogida que tuvo en su estreno —se debería decir rica, ya que recibió de todas partes y con abundancia—, estuve buscando una copia de Buñuel y la Mesa del Rey Salomón, porque el tema me interesaba lo suficiente como para asumir el riesgo de perder dos horas. Me parecía que Carlos Saura y Agustín Sánchez Vidal podían haber vertido algo de conocimiento de primera mano sobre el de Calanda y, a partir de ahí, de la amistad que le unió a Lorca y Dalí en un momento de su azarosa vida.
La escena nos sitúa en el Parador de Toledo, lugar en que se gestó este guión y que ya habían utilizado para otros proyectos Buñuel y Jean Claude Carrière (éste hace un cameo al comienzo de la película como productor). El diálogo es parte de un ensayo de tres actores que desde ese momento se transmutarán, en el sentido alquímico, en los tres genios —quiero pensar que la imagen mostrada es la de la ensoñación, que siempre quita y pone, a veces donde no debe, y que por eso parecen caricaturas y una buena caricatura tiene que representar eficazmente al personaje, sin importar si resiste la comparación directa con el original—. La escena cumple con el estilo de Buñuel de transformar las cosas cotidianas en extrañas sin alardes que distraigan —otra cuestión es la valoración que haga cada uno—, si bien la fascinante historia de amistad de los tres artistas, que podría ampliarse, ya que en la Residencia de Estudiantes de Madrid se forjó el núcleo duro de la Generación del 27, bien merece que algún día se haga un retablo cinematográfico a su altura. 

Escena de Buñuel y la Mesa del Rey Salomón (2001) de Carlos Saura

La mayor parte de los datos que se incluyen pueden encontrarse fácilmente en la red, sin embargo, las piezas podrían encajar de otras formas:
Efectivamente, Dalí no aparece acreditado en Un Perro Andaluz (1929). Esto no es inusual en el cine, además ni el propio Buñuel debía confiar en el resultado, ya que acudió a la sala con los bolsillos llenos de piedras con las que responder si le abucheaban —así que no queda claro que Dalí no estuviera de acuerdo, al menos inicialmente—. Pero el exito obtenido sirvió para que ambos fueran acogidos por la vanguardia del tout Paris.
Se juntarían de nuevo en el encargo de otro guión, aunque la relación no debió ser tan fructífera, quizás por la injerencia de Gala Eluard (antes Elena Diakonova). Y mientras Dalí estaba con ella de vacaciones en Torremolinos, Buñuel decidió terminar La Edad de Oro (1930), con riesgo de acabar con la amistad —Dalí diría que parecía "una película americana", como elogio, aunque podría ser desdeño o incluso ironía—. También hay opiniones de que la intimidad entre Dalí y Lorca fuera origen de celos por parte del aragonés. 
Luis Buñuel había viajado a Madrid en 1917 para estudiar ingeniería agrícola, mas en 1920 decidió cambiarla por la entomología, que también abandonaría para matricularse en Filosofía y Letras. Se había informado de que varios países ofrecían trabajo como lector de español a licenciados, lo que le proporcionaba la oportunidad de salir de España. En esa época llevaba una alimentación y vestimenta espartanas, gustaba de lavarse con agua helada, llegó a escalar la fachada de la Residencia, visitaba los burdeles madrileños —"los mejores del mundo", en su opinión— y practicaba sus habilidades hipnóticas con las mujeres, mientras que el catalán, digamos que no. 
Buñuel descubrió con fascinación Toledo en 1921 y fundó con sus amigos en marzo de 1923 la fantasiosa Orden de Toledo, de la que se convirtió en Condestable, mientras Pepín Bello era su Secretario. Entre sus Caballeros figuraron Dalí, Alberti, Hinojosa, María Teresa León, etc. Luego venían los Escuderos, el Jefe de los invitados de los Escuderos (José Moreno Villa), los Invitados de los Escuderos y los Invitados de los Invitados de los Escuderos. Sus actividades se desarrollaban sobre todo en las tabernas, con generosos tragos de vino. Toledo se convirtió en un referente vital para su generación y cuando se estrenó Tristana en París, al aparecer en las portadas un plano general de la ciudad, Dalí suspiró “¡Toledo!”, según me contó Jean-Claude Carrière, que le acompañaba.
La figura de Dalí no es menos estroboscópica. Hace poco leí en una reseña del libro Sobre Dalí (2014) de Antonio Pixot y Fernando Uici donde, entre otros datos curiosos, dicen que Dalí odiaba los saltamontes (incluyó uno en el autorretrato El gran masturbador, pero los hay por toda su obra) y que las pajaritas de papel se los recordaban. En  Salvador Dalí: a la conquista de lo irracional (1965), de Javier Pérez Andújar, dice: 
Para poner fin al tormento, Dalí hizo correr la voz de que, aún más que los saltamontes, le aterrorizaban las pajaritas blancas de papel. Fue así como empezaron a arrojarle en el colegio esas pajaritas que él recibía lleno de simulado espanto. (pag 48)
El gran masturbador (1929)

Interpretaciones a parte, el éxito de Dalí fue paralelo al ostracismo del aragonés. En 1939 Bretón acuñaría el anagrama Avida Dollars para criticar la pasión de Dalí por el dinero, que ganaba con facilidad. Algunos surrealistas empezaron a hablar de él en pretérito perfecto (como si hubiera muerto). Pero la ruptura con Buñuel no se certificó hasta la publicación de su libro La vida seceta de Salvador Dalí (1942), donde le señalaba como ateo y comunista, provocando su inclusión en las listas negras y que le despidieran del MOMA de Nueva York, único sustento de su familia en ese momento.
En la ficción podemos "ensopar" que en sus últimos años no guardara rencor por aquello de los buenos tiempos, ya que, como advierte uno de los personajes de El discreto encanto de la burguesía (1973), "no existe mejor tranquilizante que el martini seco."
—Quizás necesitara pedir un par antes—.

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La Edad de Oro (L'âge d'or) es un película francesa dirigida por Luis Buñuel.
Un día, Georges-Henri Rivière le presentó a los vizcondes de Noailles, a raíz de haberse visto agradablemente impresionados por Un chien andalou. Éste se mostró reticente por tratarse de aristócratas, clase social a la que abiertamente despreciaba.
Los planes de los Noailles eran darle dinero y libertad total a Buñuel para hacer una película, con la única condición de que la música fuera de Igor Stravinsky. Buñuel rechazó la idea, pese a lo cual la oferta de hacer la película siguió en pie. Entonces, Buñuel decidió ir a Cadaqués a visitar a Dalí y tratar de trabajar con él, como un año antes había hecho para Un perro andaluz. Esta vez no funcionó el entendimiento de antaño y, decepcionado, Buñuel regresó a París y escribió el guion en la mansión de los Noailles durante el día y por las noches les leía los avances hechos. Ellos aceptaban todo complacidos.
Una vez escrito el guion, buscó el equipo necesario: los actores Gaston Modot y Lya Lys para representar los personajes principales, Duverger repetía como operador de cámara  y escogió la música (fue la segunda o tercera película sonora rodada en Francia): el tercer movimiento de la Sinfonía n.º 5 de Beethoven, música de Claude Debussy, de Wolfgang Amadeus Mozart, de van Parys y el acto III (Mild und leise) de la ópera de Richard Wagner Tristán e Isolda. Además, incluyó los tambores de Calanda y un pasodoble. Aun aceptó alguna propuesta que Dalí le envió por carta (como la escena en Roma en la que aparece un hombre que lleva una piedra en la cabeza, paseando por delante de una estatua que tiene la misma piedra en la cabeza), motivo por el cual su nombre aparece en los créditos del film.
Además, la que entonces era su novia y se convertiría después en su mujer, Jeanne Rucar, era la contable y, gracias a su sensatez, el rodaje fue mucho más serio que el de su anterior película.
Una vez rodada y montada La edad de oro, con novedades tales como la voz en off, utilizada por primera vez en el cine, se preparó una proyección privada a la que asistieron miembros del grupo surrealista y algunos amigos más. Días más tarde, organizaron otra en el cine Pantheon, a las diez de la mañana, de la que la gente salió indignada y que acarreó muchos problemas a los Noailles. Así, Luis Buñuel escribió en sus memorias:
Marie-Laure y Charles recibían a los invitados en la puerta, les estrechaban la mano sonriendo y a algunos hasta los besaban. Después de la sesión, volvieron a situarse en la puerta, para despedir a los invitados y recoger sus impresiones. Pero los invitados se marchaban deprisa, muy serios, sin decir una palabra. Al día siguiente, Charles de Noailles fue expulsado del Jockey Club. Su madre tuvo que hacer un viaje a Roma para intentar parlamentar con el Papa, ya que incluso se hablaba de excomunión.
A pesar de todo, estuvo seis días más a sala llena en Studio 28, hasta que fue prohibida por la policía, debido a las presiones de grupos conservadores de extrema derecha, los Camelots du Roi y los Jeunesses Patriotiques, los mismos que destrozaron la sala durante una de las proyecciones. La prohibición se extendió hasta 1980 en Nueva York y 1981 en París. En España, con el estallido de la Guerra Civil, se perdió la cinta.
Quizá todo esto contribuyó a hacer de la película un objeto de culto, no sólo por el valor indudable que en sí misma tiene. Fuente wikipedia


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