domingo, 8 de mayo de 2016

§72 Perros de paja

El Cielo y la Tierra no tienen benevolencia,
para ellos los seres sólo son perros de paja.
El sabio no tiene benevolencia,
para él las gentes del pueblo sólo son perros de paja
Tao Te Ching, Lao Tse -V 49 A12-1
En la China antigua los perros de paja (muñecos imitando perros que eran rellenados de paja) se utilizaban para las ceremonias rituales. Estos muñecos eran una ofrenda a los dioses por lo que eran tratados, durante el ritual, con la mayor de las reverencias pero, una vez acabado, cuando ya no eran necesarios, eran pisoteados y abandonados.
El otro día recorté una frase de una crítica que me pareció que merecía una reflexión más calmada. Hablaba de cobardía cuando se justifica un juicio sobre una obra en la mera comparación de los ingredientes con la que la inspira (en algunos casos, supuestamente). Si inicialmente me hizo sonreír, por cuanto defendía una postura que he mantenido cada vez con mayor frecuencia dada la cantidad de reversiones que surgen a cada momento y el mayor conocimiento enciclopédico (coleccionista o quizás "gugleico") del espectador asiduo, al final carcajeé porque desvelaba la confusión por reseñar cuando se quiere defender una crítica, y no solo me refiero a los amateurs, con lo que podríamos estar ante un  "jerrimaguire" o sinceridad espontánea profesional —si el asperger es considerado enfermedad rara, esto, ni te cuento—. No se refería a esta película, lo que no invalida su pertinencia o vigencia dentro del debate sobre las revisiones y los reinicios, su necesidad y desarrollo, como para el de la ética en el trabajo —sobre el que me centro a partir de este momento—.
La elección como tema de la cárcel de Stanford ya había sido abordada con anterioridad, aunque se había omitido en el título otra referencia que no fuera al solo experimento, quizás para dar cierto grado de verosimilitud. En realidad en ambas ocasiones (2001 y 2010) se habían recreado versiones de la novela de Mario Giordano, Black Box (1999), una ficción inspirada (y desarrollada) en el estudio y no los hechos como se produjeron, lo que seguramente se deba a que las cuestiones científicas suelen ser tediosas y poco dadas al lucimiento hasta que se desmadran; aunque ésta lo hizo —no cabe duda—, no lo fue tanto como podría necesitar una película, tal como lo demuestran sus finales.

Trailer oficial de Experimento en la prisión de Stanford (2015) de Kyle Patrick Alvarez

Un dato interesante y poco resaltado es que se financió con fondos de la Marina americana, interesada en buscar explicación tanto a los conflictos en su sistema de prisiones como dentro de la propia disciplina del cuerpo de marines. En décadas anteriores fondos de la CIA habían servido para financiar experimentos sobre el LSD y otras sustancias sin consentimiento de los pacientes, en clara violación del código de Nuremberg; en MK Ultra participaron cuarenta y cuatro universidades estadounidenses, 15 fundaciones de investigación o químicas o compañías farmacéuticas y similares incluyendo Sandoz (actualmente Novartis) y Eli Lilly & Co., 12 hospitales o clínicas (además de las relacionadas con las universidades), y tres cárceles.
Tras la selección de veinticuatro sujetos (predominantemente blancos, jóvenes y de clase media y todos universitarios) se hizo una asignación aleatoria de papeles: los guardias recibieron porras y uniformes caqui de inspiración militar y se les proporcionaron gafas de espejo para impedir el contacto visual (el doctor Zimbardo, director del experimento, diría que había tomado la idea de la película La leyenda del indomable, de Stuart Rosemberg, 1967). Se les transmitieron las siguientes instrucciones:
Podéis producir en los prisioneros que sientan aburrimiento, miedo hasta cierto punto, podéis crear una noción de arbitrariedad y de que su vida está totalmente controlada por nosotros, por el sistema, vosotros, yo, y de que no tendrán privacidad... Vamos a despojarlos de su individualidad de varias formas. En general, todo esto conduce a un sentimiento de impotencia. Es decir, en esta situación tendremos todo el poder y ellos no tendrán ninguno.
Vídeo The Stanford Prison Study, citado en Haslam & Reicher, 2003.
Los prisioneros fueron, sin previo aviso, «imputados» por asalto a mano armada y robo (artículos 211 y 459 del código penal) y arrestados por policías reales del departamento de Palo Alto, que cooperaron en esta parte del experimento. Pasaron un procedimiento completo de detención, incluyendo la toma de huellas dactilares, y se les leyeron sus derechos Miranda —la cantinela que repiten en cada episodio policial—. Después fueron trasladados a la prisión ficticia, donde fueron inspeccionados desnudos, «despiojados» y se les dieron sus nuevas identidades.
Las flexiones eran una forma habitual de correctivo físico impuesto por los guardas para castigar las infracciones de las normas o las muestras de actitudes inadecuadas hacia los guardas o la institución. Cuando vimos que los guardas hacían hacer flexiones a los reclusos, inicialmente pensamos que era un tipo de castigo inapropiado para una cárcel -una forma de castigo suave y un poco juvenil. Sin embargo, más tarde descubrimos que las flexiones se usaban a menudo como forma de castigo en los campos de concentración nazi, como puede verse en este dibujo hecho por un antiguo prisionero de un campo de concentración, Alfred Kantor. Hay que señalar que uno de nuestros guardas incluso se subía de pie sobre la espalda de los reclusos mientras hacían las flexiones u obligaba a otros reclusos a sentarse o subirse de pie sobre la espalda de sus compañeros. Fuente Prisionexp.org

Para facilitar el control del orden, debilitado por la equiparación numérica, se siguió la sugerencia de uno de los guardias de utilizar tácticas psicológicas: una de las celdas se convirtió en un lugar de privilegio, donde se permitía el aseo personal, la ropa y mejor alimentación en presencia de los reos que habían perdido esos beneficios temporalmente y, posteriormente, se volvieron a distribuir las celdas mezclando presos buenos y malos para sembrar la sospecha de colaboracionismo. En la realidad, la mayor amenaza para un preso procede de otros reos y el racismo se utiliza como una forma de romper alianzas. Al mismo tiempo que el control mejora la confianza y cohesión de los vigilantes.
Los guardas fueron especialmente duros con el cabecilla de la rebelión, el recluso #5401, un fumador empedernido al que controlaron regulando cuando podía o no fumar. Después se descubrió que era un supuesto activista radical que se había presentado voluntario para "desenmascarar" el estudio como una herramienta del sistema para encontrar formas de controlar a los estudiantes radicales y había planeado vender la historia a un periódico cuando acabase el experimento. A pesar de ello, incluso él entró tan completamente en su papel de recluso que estaba orgulloso de haber sido elegido líder del Comité de quejas de la cárcel del condado de Stanford, tal como revelaba en una carta a su novia.
Ibid.
Los reclusos le pusieron el mote de "John Wayne" al guarda más brutal y duro; el guarda más infame de una prisión nazi cercana a Buchenwald, recibió el nombre de Tom Mix a causa de su imagen de vaquero macho del "salvaje Oeste" al humillar a los internos del campo.
La quinta noche, algunos padres pidieron un abogado para liberar a su hijo de la cárcel, con la explicación de que un sacerdote católico que había podido entrevistarse con ellos se lo había recomendado. 
Incluso los guardas "buenos" se sentían impotentes para intervenir y ninguno de los guardas dimitió mientras el estudio se llevaba a cabo. En realidad, hay que destacar que ningún guarda llegó nunca tarde a su turno, ni se ausentó por enfermedad, salió antes de hora, o exigió una paga extra por trabajar más horas.
Ibid.
El experimento fue interrumpido al sexto día. Paradójicamente al día siguiente estalló un motín en la prisión de San Quintín, cuando el sacerdote de Soledad, George Jackson, tras introducir un arma escondida, liberó a algunos reclusos de sus celdas que torturaron y asesinaron sumariamente a varios guardias y presos acusados de ser confidentes. Y un mes más tarde, en la prisión de Attica, hubo otro amotinamiento, igualmente reprimido por fuerzas especiales, donde los presos reclamaban ser tratados como seres humanos.

Escena de Experimento en la prisión de Stanford (2015) de Kyle Patrick Alvarez
[Suprimido por la NBC. Aún así incluyo un breve comentario sobre el mismo]
En la escena, la cámara se mueve en un traveling lateral hacia la derecha de caracter informativo (positivo) y retorna hacia la izquierda en el que se exponen las restricciones (negativo), como un retruécano visual, seguido de otro traveling hacia la derecha, pero esta vez desde detrás de las celdas, en el que los presos obedecen dócilmente. Al mismo tiempo la mano del jefe de prisión pasa de señalar con el índice a mostrar una manzana oculta en la palma, que ha mordisqueado, como está haciendo con sus derechos. Todo anticipa el resultado de la lectura (otra intromisión más) de las misivas, que no es otro que los presos terminarán aceptando cualquier condición; la alternativa en otras películas es la fuga o la muerte, puesto que incluso en Brubaker (de nuevo Stuart Rosenberg, 1980) el sistema siempre se impone.

Los resultados del estudio del doctor Zimbardo fueron criticados por su falta de ética y cuestionadas sus carencias en rigor científico y validez ecológica (falta de correlación con una situación real). En 2003 Haslam y Reicher, psicólogos de las universidades de Exeter y St Andrews respectivamente, llevaron a cabo una repetición parcial del experimento con la asistencia de la BBC, que televisó escenas en un reality llamado también El Experimento. Las conclusiones que extrajeron serían muy diferentes a los del doctor Zimbardo, lo que arrojó nuevas dudas sobre su estudio.
Pero lo que si parece claro es la aterradora facilidad para crear un sistema que incite o fomente comportamientos similares justificados en el cumplimiento de normas, el mantenimiento del orden o su preservación, que deja entrever cualidades insospechadas en personas aparentemente normales cuando toman el mando. Y no solo afecta al sistema penitenciario o al ejército, sino a cualquier grupo susceptible ,como parece indicar el creciente número de casos de acoso escolar (bullying), laboral (mobbing) y la violencia interfamiliar, incluida la violencia "de género". 
Da que pensar.

2 comentarios:

  1. Interesante. Da que pensar. Por cierto, la Ley Miranda se trata desde el humor en Danko: calor rojo, para tratar el tema del abuso policial.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En junio se cumplirán 50 años de la resolución que dio lugar a la advertencia. Pero lo mejor será que no nos inviten.
      Anoto la referencia de Danko, que la tenía olvidada.
      Gracias por tus siempre certeros dardos.

      Eliminar