jueves, 19 de mayo de 2016

§73 Frontera garbancera

Humpty Dumpty sat on a wall,
Humpty Dumpty had a great fall.
All the king's horses and all the king's men
Couldn't put Humpty together again.
Humpty Dumpty en un muro se sentó,
Humpty Dumpty de él se cayó.
Ni todos los caballos ni todos los hombres del Rey
pudieron a Humpty recomponer.
(originalmente no se decía que Humpty Dumpty era un huevo)
Al cine siempre le han fascinado las fronteras. Eso es tanto como decir que al hombre siempre le ha interesado hasta dónde podía llegar. Sin esa capacidad, es difícil que se hubiera producido avance alguno. Pero por necesaria no deja de ser una arbitrariedad más. Cada uno establece unos límites y, de alguna forma, se llega a un acuerdo sobre dónde quedan. La frontera establece desde entonces la seguridad del ser y el no ser, del bien y del mal, del yin y del yang. El dualismo intrínseco a todo lo existente en el universo, si nos atenemos al taoísmo, traído a lo cotidiano.
Ahora bien, en el mundo real no es fácil distinguir en qué lado estamos. Vemos la frontera como el borde de una silueta demasiado grande para saber a qué pertenece. Vivimos en la tranquilidad de la existencia de unos límites, ignorantes de todo, de lo que contienen y de lo frágiles que pueden llegar a ser. El drama está servido. Por eso al cine le gustan tanto.

Escena de Sicario, de Denis Villeneuve (2015)

Inevitablemente las tomas cenitales de esta película recuerdan, al menos al espectador español, las estampas de los créditos de La isla mínima, de Alberto Rodríguez (2014). Pero discrepo de los que ven una misma intención en ambos realizadores, lo que sería como decir que el recurso tiene una única lectura. Al menos en este caso, la elección queda justificada en un primer apunte de un personaje omnipresente, Juárez (México), la Bestia, anunciado con una llamada amenazadora, que se extiende por todo el más allá de la frontera: una malla de alambre que no logra contener el ansia del zorro, que antes o después encontrará un hueco para su zarpa o excavará una madriguera por la que colarse en el gallinero.
Si no fuera por las trompas apocalípticas y la parafernalia de la administración americana, tendríamos dificultades para saber si estamos del lado de los raposos o de las plumíferas. Por eso tras una escena inicial demoledora, que determina en qué lado debemos estar, despegan los helicópteros y ya nada está tan claro, si perdemos de vista por un instante el norte, puede que ya no sepamos a qué atenernos.
No se trata de un descenso a los infiernos —como he leído, aunque reconozco que subir y bajar también puede llevar a la desorientación— al modo griego, entre otras cosas por que el héroe (debería poner heroína pero podría inducir a confusión) no llega a establecer un contacto directo con Hades. El mito del descenso se puede estructurar en tres fases diferenciadas: la separación, la iniciación a través de las pruebas y el retorno, que no se cumplen en esta ocasión. Su papel está más cerca de los chicos que en otra escena juegan al fútbol: lanzas la moneda y te toca un lado del campo. Quizás de ahí esa sensación de haber sido manipulados, sobre todo con respecto al protagonismo, pese a que el título ya lo advertía.

“La muerte es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”-  José Guadalupe Posada
También me llama la atención que uno de los carteles de la película utilizara un grafo de una calavera. Durante el gobiernos de Benito Juárez ésta acompañaba a escritos críticos y de denuncia. Precisamente el director decía en una rueda de prensa durante la presentación en Cannes que se deberían hacer más y más películas sobre la frontera mexicana, hablando de la violencia omnipresente y su sentimiento de responsabilidad como americano (cf. La Vanguardia).
"No está lejano el día en que tres banderas de barras y estrellas señalen en tres sitios equidistantes la extensión de nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. Todo el hemisferio será nuestro, de hecho como, en virtud de nuestra superioridad racial, ya es nuestro moralmente" William Howard Taft, vigesimoséptimo presidente de EE.UU.
Cierto es que estas palabras las pronunciaría años después del encuentro con Porfirio Díaz —sino le pegan el tiro seguro—, cuando estaba sin resolver el tema de la frontera del río Bravo, que marcaba la frontera entre ambos países, por la mala costumbre del río de cambiar de cauce con el tiempo: había dejado parte de México al norte del río y parte de Estados Unidos al sur, una zona llamada El Chamizal, disputada por ambos países.

__________
La historia de La Catrina empieza durante los gobiernos de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz, cuando se empezaron a popularizar textos escritos por la clase media que criticaban la situación del país y la actitud de las clases privilegiadas. Redactados de manera burlona y acompañados de dibujos de esqueletos vestidos con ropas de gala se empezaron a reproducir en los periódicos llamados de combate.
La versión original procede de un grabado en metal del caricaturista José Guadalupe Posada. Originariamente es conocida como la Calavera Garbancera. «Garbancera» es la palabra con la que se conocía entonces a las personas que vendían garbanza, que teniendo sangre indígena pretendían ser europeos, ya fueran españoles o franceses (esto último más común durante el Porfiriato) y renegaban de su propia raza, herencia y cultura.
Esto se hace notable por el hecho de que la calavera no tiene ropa sino únicamente el sombrero; desde el punto de vista de Posada, es una crítica a muchos mexicanos del pueblo que son pobres, pero que aun así quieren aparentar un estilo de vida europeo que no les corresponde.
«...en los huesos pero con sombrero francés con sus plumas de avestruz».
Diego Rivera fue quien además del nuevo nombre (de catrín, hombre elegante y bien vestido) le dio su atuendo característico, con su estola de plumas, al plasmarla en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (1947), donde aparece con su creador, José Guadalupe Posada, una versión infantil de Rivera y Frida Kahlo.
Las calaveras literarias, son composiciones en verso tradicionalmente mexicanas que en vísperas del día de muertos se suelen escribir como otra de las manifestaciones de la cultura popular para hacer burla tanto a los vivos como a los muertos, y recordar que todos nos vamos a morir. Están escritas con un lenguaje satírico o burlesco y son textos muy breves pero que reflejan todo el espíritu y festividad del mexicano frente a la muerte. Hoy en día se acostumbra que desde que los niños son pequeños, en la escuela, hagan burla o crítica de algún personaje o situación de interés general o moda con este formato. Fuente wikipedia
   Las Marcelas y las Saras
que al cine van a gozar,
vendiendo hasta las cucharas,
y se embadurnan las caras
porque pretenden gustar,
   serán indudablemente,
sin ninguna discursión,
de improviso o lentamente
esqueleto pestilente,
calaveras del montón.
José Guadalupe Posada 

No hay comentarios:

Publicar un comentario