jueves, 1 de octubre de 2015

§42 Chuletas al ajo cabañil

Un grupo pequeño de gente sincera (¡le garantizo que era sincera!), establecido y unido expresamente para trabajar por la causa de la libertad, había, al cabo de unos meses, conseguido sólo una cosa positiva y concreta: la creación entre sí de tiranía. Y fíjese qué tiranía... [...] Quiero decir, esta tiranía era, con relación a las ficciones sociales, una tiranía nueva. Y era una tiranía ejercida sobre gente esencialmente oprimida por las ficciones sociales. Era, todavía por encima, tiranía ejercida entre sí por gente cuyo objetivo sincero no era sino destruir tiranía y crear libertad.
El banquero anarquista, de Fernando Pessoa
Publicado por primera vez en 1922, en la revista Contemporánea (Nº 1, mayo, pp. 5-21)

Si no supiéramos que la película trata de las luchas de poder entre familias de la yakuza, bien podría ésta ser una reunión de ejecutivos de una empresa o de directivos de banca. ¿Porqué no? No nos engañe la violencia del lenguaje y la descalificación directa. El mundo empresarial ha asumido con naturalidad la ley del más fuerte. ¡Y qué decir de la banca! Con esta crisis, te puedes encontrar al que te concedió tu hipoteca tramitando la financiación del aparato que el dentista se ha empeñado en poner a tu hijo. Y contento, oye.

Escena de Outrage 2 (2012) de Takashi Kitano


Entre firma y firma te cuenta cómo las reuniones se fueron organizando en salas cada vez más pequeñas, como dando a entender que allí sobraban muchos. Aunque también por economía. O democracia. El nepote asi no tenía que girar la mirada y la bronca era más personal, aunque no te llamaras Pepe, ni trabajaras en la Agencia 2. Que si primero cambiaron los horarios para que fueras comido de casa. Que si luego subían la calefacción o si quitaron los botellines de agua y hasta los caramelos, para que el efecto de tragar saliva fuese más auténtico. Así conseguían mantenerte la cabeza bien caliente y los pies, lógicamente, en el otro extremo.
Al final de la arenga, el jefe, que se había reservado en segundo plano, recordaba con nostalgia los logros pasados y te recuperaba diciendo que si se conseguía el objetivo de tal o cual producto, como se había hecho siempre desde que él ocupaba el cargo, habría fundamento para parar los deseos de aquellos que defendían una reorganización general y se podrían conservar todos los puestos hasta que terminara la dichosa crisis. Que si la competencia no tenía ni producto, ni estaba organizada, por lo que era obligado arrebatarles su cuota de mercado. Y otras cosas como éstas.
Y como lo de los dientes es interminable, me he ido haciendo una idea muy cercana de por lo que han debido pasar. Así que me los puedo imaginar, salir en grupitos, quedando en voz baja para tomar una copa rápida y consolándose de que, al menos algunos, tenían empleados suficientes en los que descargar al día siguiente.
Eso sí, siempre añade alguna anécdota de cómo era todo, sobre todo antes del tiempo real —mucho más, antes de los ordenadores—, cuando tras un negocio, del camión se extraviaba un cordero que terminaba asado o al ajo cabañil, según el tiempo que faltara para el almuerzo. Después partidita de mus y completo —cafe, copa y puro— y se terminaba en algún lugar de carretera. Llegado a este punto siempre le corto con alguna excusa, más que nada por respeto a su señora, que bastante ha tenido.
Dan un poco de pena estos bancarios reciclados, claro que debe ser peor ser despedido de la yakuza.

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Fernando António Nogueira Pessoa, más conocido como Fernando Pessoa (1888-1935) fue un poeta y escritor portugués, considerado uno de los más brillantes e importantes de la literatura mundial y, en particular, de la lengua portuguesa. Tuvo una vida discreta, centrada en el periodismo, la publicidad, el comercio. Por la noche, escribía poesía: no escribía «su» propia poesía, sino la de diversos autores ficticios, diferentes en estilo, modos y voz. Publicó bajo varios heterónimos, e incluso publicó críticas contra sus propias obras, firmadas por sus heterónimos.
El poeta y crítico brasileño Frederico Barbosa declara que Fernando Pessoa fue o enigma em pessoa (con el doble significado de el enigma en Pessoa y el enigma en persona). En su poema Autopsicografia, afirmó que el poeta era «un fingidor» de sí mismo y toda su obra se concibe como un «drama en gente» en que dialogan diversas voces, equivalentes a los «apócrifos» de Antonio Machado, que representan diferentes cosmovisiones.
Los heterónimos, a diferencia de los pseudónimos, son personalidades poéticas completas: identidades, que, en principio falsas, se vuelven verdaderas a través de su manifestación artística propia y diversa del autor original. Entre los heterónimos, el mismo Fernando Pessoa pasó a ser llamado ortónimo, ya que era la personalidad original. Con el tiempo, y con la maduración de las demás personalidades, el propio ortónimo se convirtió en un heterónimo más entre otros. Los tres heterónimos más conocidos (y también aquellos con mayor obra poética) fueron Álvaro de Campos, Ricardo Reis y Alberto Caeiro. Un cuarto heterónimo fue Bernardo Soares, autor del Livro do Desassossego (Libro del desasosiego). Bernardo es considerado un semi-heterónimo por tener muchas semejanzas con Fernando Pessoa y no poseer una personalidad muy característica ni fecha de fallecimiento, al contrario que los otros tres, con excepción de Ricardo Reis (que no tiene fecha de fallecimiento). Por esa razón el escritor y premio Nobel portugués José Saramago pudo escribir su novela «O ano da morte de Ricardo Reis» (El año de la muerte de Ricardo Reis).
A través de los heterónimos Pessoa encauzó un profunda reflexión sobre la relación entre verdad, existencia e identidad. Este último factor tiene una gran importancia en la famosa naturaleza misteriosa del poeta:
Con una falta tal de gente con la que coexistir, como hay hoy, ¿qué puede un hombre de sensibilidad hacer, sino inventar sus amigos, o cuando menos, sus compañeros de espíritu?
Fernando Pessoa llegó a tener 72 heterónimos. De ellos, los más importantes fueron:
Alberto Caeiro, nacido en Lisboa, fue la mayor parte de su vida un campesino casi sin estudios formales —solo cursó la instrucción primaria—, pero es considerado el maestro entre los heterónimos, inclusive por el ortónimo. Muertos su padre y su madre, se quedó en casa de una tía-abuela, viviendo de una renta modesta. Murió de tuberculosis. 
Caeiro fue descrito por el propio Pessoa como no sólo un pagano, sino como el propio paganismo. Definía el amor verdadero como amor hacia algo o alguien simplemente por ser esa cosa o persona, y no por otros principios externos a ella. Su ideario se resume en el verso:
Hay suficiente metafísica en no pensar nada.
Álvaro de Campos, entre todos los heterónimos, fue el único en manifestar fases poéticas diferentes a lo largo de su obra. Era un ingeniero homosexual de educación inglesa y origen portugués, pero siempre con la sensación de ser un extranjero en cualquier parte del mundo.
Vivir es pertenecer a otro. Morir es pertenecer a otro. Vivir y morir son la misma cosa. Mas vivir es pertenecer a otro de fuera y morir es pertenecer a otro de dentro. Una y otra cosa se asemejan, pero la vida es el lado de fuera de la muerte. Por eso la vida es la vida y la muerte es la muerte, pues el lado de fuera siempre es más verdadero que el lado de dentro; tanto es así que el lado de fuera es el que se ve.
Tras una serie de desilusiones con la existencia, asume una vena nihilista, expresada en aquel que es considerado uno de los poemas más conocidos e influyentes de la lengua portuguesa: Tabacaria.

Ricardo Reis se define como latinista y monárquico. En cierta manera, simboliza la herencia clásica en la literatura occidental, expresada en la simetría, armonía, y un cierto bucolismo, con elementos epicúreos y estoicos. El fin inexorable de todos los seres vivos es una constante en su obra, clásica, depurada y disciplinada.
Según Pessoa, Reis se trasladó a Brasil en protesta por la proclamación de la República en Portugal, y no se sabe el año de su muerte.

Anécdota: en una tarde en que José Régio tenía pensado encontrarse con Pessoa, este apareció, como de costumbre con algunas horas de retraso, declarando ser Álvaro de Campos y disculpando a Pessoa por no haber podido acudir a la cita. Fuente wikipedia

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