domingo, 19 de junio de 2016

§76 Teatro catróptico

Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
no sintió que era un sueño hasta aquel día
en que un actor mimó su felonía
con arte silencioso, en un tablado.
(fr. del poema Los espejos, de Jorge Luis Borges)
Pueda parecer al visitante despistado que hay bastante de esnobismo y de búsqueda de la originalidad por la originalidad en este blog. Más es al contrario, pues no sólo no son un fin, sino que son el resultado del descarte de lugares que, por más de frecuentados, espantan al interés. Y no tanto en lo referido a los datos (que más que ineludibles, son imprescindibles), como a su interpretación. Intentar ejercer de original es, como mínimo, una quimera, cuando el mundo es, cada vez más, un salón de espejos que se multiplican hasta lo indefinible.
Esto —que en absoluto es una disculpa— me sirve para enfocar la atención sobre uno de esos procesos que inconsciente y constantemente realizamos y que tanto ocupan a los semiólogos, la mera comparación de algo con una idea previa o conjunto de símbolos. Cuando se trata de la adaptación literaria puede superponerse el texto original a nuestra visión y, a veces, a una interpretación histórica contrastada. Las semejanzas y diferencias que resultan añaden una intencionalidad de la que pueden extraerse conclusiones, a lo mejor distintas. Y quizás alguna contenga algo original.
Desde el punto de vista filosófico, la emisión del mensaje ya lo transforma en una obra nueva, pero esta línea la dejo para otro día más nublado.
Anamorfismo de Istvan Orosz
La biografía de un escritor está en sus obras; en pocas como en Tristana está don Benito, al tiempo que juega con espejos y bambalinas.
Pedro Ortiz-Armengol, Vida de Galdós (2000) p.309.
Me parece curiosa la frase sobre todo porque las bambalinas laterales son las "patas" del telón de un escenario, un espacio protegido de la mirada del público por donde se mueven el traspunte, el regidor o el director de escena entre un nutrido grupo de tramoyistas, utileros, racionistas o avisadores, comparsas y actores en tránsito (de aquí "entre bambalinas") y que desear que se rompa una "pata" sea de buen agüero en el teatro (deseo de tantas representaciones que se rompa por el uso).
Cuando seleccioné Tristana, fue la de Buñuel, pero acaso canjeé un sambenito por un sanluis. Me explico: suele considerarse Tristana (1892) una obra de su tiempo, decimonónica, exégesis española de Casa de Muñecas de Ibsen (1879); a Buñuel no le gustaba especialmente, pero veía facilidades en su adaptación a la pantalla. Y por ello, aunque se ajusta con bastante fidelidad al argumento original, al menos hasta la mitad —“hasta la rodilla”, permítamese el juego— con sutiles cambios, consigue con un simple gesto dar la campanada para que pueda interpretarse como la (des)ilusión por un futuro (im)posible.
Mire usted señorita. En los tiempos aquellos de mucha religión la gente sabía las cosas por las campanas, y las obedecía. Había toque de agonía, toque de muerto, el de fuego, bandera de gloria, llamado a misa y repliques de gran devoción. La gente oía y allá iban a visitar al agonizante, a enterrar al muerto o a buscar los trabucos cuando tocábamos arrebatos. Hoy ya son otros tiempos. La gente tiene prisa por buscar dinero, no escuchan, hasta se quejan del municipio cuando tocamos a misa porque dicen, fíjese usted, que los despertamos.
Ibid, Buñuel.
Aunque los elementos ya estaban presentes en el texto de Galdós, la visión de Buñuel es más moderna —¡por supuesto!—. Tanto que consiguió la "indiferencia" de D. Manuel Fraga, que sorprendentemente no cambió nada de nada, a pesar de su oposición inicial y el recuerdo del escándalo provocado por Viridiana (1961); algo provocaría que D. Manuel fuera destituido a finales de 1969, aunque tal vez no tenga nada que ver con esta película.

Escena de Tristana (Luis Buñuel, 1970)

Una de las cosas que me llama la atención de las películas de Buñuel es el montaje encabalgado de ciertas escenas, con un diálogo o un narrador que se mete en el siguiente plano, algo que permite una transición dinámica sin introductorias, que lleva directamente a la acción. Esto es tanto más llamativo al comienzo de una película, que es cuando se presenta a los personajes principales: Tristana, Saturna y Saturno, primero que a Don Lope, lo que ya es en sí una diferencia sutil y efectiva.
Que la historia se desarrolle en Toledo y no en las zonas de Cuatro Caminos o Chamberí responde, es de suponer, a la lógica del presupuesto. Toledo encuadra mejor una sociedad tradicionalista que cualquier reconstrucción que se hiciera en aquel momento de Madrid (que también nos parecería provinciana, pero no entonces).
Ya comenté, a propósito de una escena de Buñuel y la Mesa del rey Salomón (Carlos Saura, 2001), el conocimiento y ¿porqué no? cariño de Buñuel por Toledo, por haberse conservado tal y como la llegó a conocer tiempos ha, por sus cuestas y su empedrado, que hace de cualquier avance sea algo más trabajoso, hasta insufrible para un impedido y por si hiciera falta énfasis sobre el desafortunado dicho de que “la mujer honrada la pierna quebrada y en casa”.
Los quites taurinos han evolucionado hacia regates y remates balompédicos, mucho más lógicos para la explanada del colegio y que le permiten poner una zancadilla, como ejemplo de rivalidad, pero también de inmovilismo —mi padre me contó que en sus años, cuando no había otra, componían una pelota de trapo y cualquier cosa, y las porterías, de libros y ladrillos, que para señalar valían, pero lo del juez de línea con banderita es todo un lujo—.
En Galdós, los chicos eran solo huérfanos y habrían alborotado lo suyo (el silencio se hace notar más), y Saturno un mero apunte comparado con el protagonismo que le otorga Buñuel cuando le obsequia con la manzana, sustituto de una naranja y una perra chica —el cambio de fruta no puede ser casual y, por cierto, la moza también come un huevo pasado por agua—. Representa la primera edad de los hombres de Tristana, aunque es tan imperfecto como los siguientes. Como dice su maestro, es vago y anda "papando moscas" (con la boca abierta), pero ¿quién sabe?
A renglón seguido se presenta a Lope, vividor y seductor, de los que van a menos por méritos propios, la tentación de dejarse llevar (Horacio, el tercero, también la defraudará con su fuga mundi) al precio de dejarle colarse entre sus sábanas. Saturna llama a Tristana " la entenada de Don Lope", lo que en principio significa ahijada o pupila, pero que en realidad es la fórmula social que consiente en que vivan bajo el mismo techo.
En la estructura de la película parte de la escena se repite al final, cerrando un anillo en torno a Don Lope, con una intención muy dispar a la literaria, que concluye de esta forma:
Por aquellos días, entrole a la cojita una nueva afición: el arte culinario en su rama importante de repostería. Una maestra muy hábil enseñole dos o tres tipos de pasteles, y los hacía tan bien, tan bien, que D. Lope, después de catarlos, se chupaba los dedos, y no cesaba de alabar a Dios. ¿Eran felices uno y otro?... Tal vez..
Benito Pérez Galdós, Tristana (Madrid, Enero de 1892)
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La anamorfosis es una técnica para la distorsión de una imagen mediante un dispositivo óptico (como por ejemplo utilizando un espejo curvo), o a través de un procedimiento matemático. Su resultado se ha utilizado en arte para forzar al observador a un determinado punto de vista preestablecido o privilegiado (también una forma de esconderlo), desde el que el elemento cobra una forma proporcionada y clara. La anamorfosis fue descrita en los estudios de Piero della Francesca sobre perspectiva.
Esta técnica se utiliza en el cine, como por ejemplo en el Cinemascope, en el que mediante lentes anamórficas se graban imágenes comprimidas que producen una pantalla ancha durante la proyección.
Inicialmente se utilizó para mejorar la estética de los edificios debido a la distorsión por acercamiento del espectador, como en los templos griegos y romanos, como para ampliar los espacios interiores (trampantojos). El espectacular resultado de Bramante para la Iglesia de Santa María presso San Satiro (1488, Milan) popularizó esta técnica en las iglesias renacentistas.
En la pintura, el más conocido es el efecto en el cuadro Los Embajadores, de Hans Holbein (Jean de Dinteville y Georges de Selve, c.1533) donde hay una calavera anamórfica, interpretada por unos como vanidad, por otros firma del autor (hohle bein, en alemán hueso hueco, recuerda a Holbein).
El afán de captar la imagen de las cosas llevó a los artistas del XVI y XVII a diseñar instrumentos como las pirámides visuales, las linternas mágicas y las cámaras oscuras, cuyos efectos todavía asombran a muchos espectadores (el año pasado pude disfrutar de que hay en la Plaza Vieja de La Habana).
Durante el diecinueve, la anamorfosis ayudó a los artistas románticos a expresar sus sentimientos. En este período surgen nuevos técnicas más complejas, como los espejos mágicos, dibujos distorsionados que difícilmente pueden reconstruirse sin ayuda de un espejo específico.

La solución es Julio Verne
En 1991 los hermanos Quay hicieron el mayor homenaje fílmico en su Anamorphosis o De Artificiali Perspectiva.

Algunos dibujantes de excepcional imaginación, como Piranesi en el siglo XVIII (época de la arquitectura visionaria) y Escher en el XX (época del surrealismo), han utilizado las perspectivas de tal modo que falsean el propio concepto de realidad visible. Las escaleras, muy utilizadas por ambos (en Escher, invirtiendo su sentido de forma extrañamente verosímil, pero imposible), son un recurso habitual en los trampantojos, debido a su complejidad (líneas y planos proyectándose y rotando en el espacio). Su dinamismo también se ha utilizado en el cine (Escaleras de Odessa en Acorazado Potemkin, de Serguei Eisenstein, de 1925, las que utiliza recurrentemente Alfred Hitchcock o las móviles del Colegio Hogwarts en la serie de Harry Potter).
La decoración urbana, que comenzó a utilizar el trampantojo en el Renacimiento, y especialmente con la arquitectura efímera del Barroco, sigue usándolo, tanto en su vertiente regular-institucional (Richard Haas) como en su vertiente irregular (por artistas callejeros más o menos espontáneos, como Julian Beever, Banksy Eduardo Relero o Zilda). Fuente wikipedia


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