martes, 30 de junio de 2015

§22 La osadía

La historia de este oso, al igual que ocurre con el bonito jardín y también con la familia, resume lo que al final nos cuenta la película (¿Metamorfósis, a lo Kafka?). De pronto irrumpe una fuerza que nada deja indiferente. Una fuerza, casi primordial, ante la que solo se sucumbe. Y que decide si te deja seguir con ella o te elimina a su paso.
Al meditar sobre el motor que la alimenta (parece que todo el mundo prefiere interrogarse sobre su sustancia) llego al convencimiento de que de alguna forma va buscando a los suyos (?) y los reune formando una nueva familia, que a su vez no tiene condescendencia con los ajenos. Su ley, en definitiva, es la supervivencia.
El oso me hizo recordar, por varios motivos, los juguetes que J. Sebastian hacía para no estar solo en Blade Runner, de Ridley Scott. Los replicantes llegaban a su casa en busca de una cura para su caducidad y arrasaban con todos aquellos que no servían a su propósito. Pero sin resentimientos.
Isolde en la escena manifiesta una actitud similar y probablemente no entienda por qué se la reprende. Al fin y al cabo, quizas pretendía dar vida al oso rellenándolo de paja y barro, cual gólem. A lo peor intentaba hacer un muñeco vudú. Aunque pueda parecerlo, no es apatía, sino atrevimiento.
Por otro lado, la madre, Marina, nos cuenta, con cierta contundencia y en apenas un minuto, la historia del oso. Casi la podemos ver. A mi me hizo recordar (mi mente funciona así) el magnífico plano secuencia del paquete de FedEx en Rusia, de la película Náufrago, de Robert Zemeckis. Curiosamente, también una historia de supervivencia ante la soledad.

Escena de Borgman (2013) de Alex van Warmerdam

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El nombre inglés Teddy bear con el que se conoce a estos juguetes, proviene de Theodore Roosevelt, 26º presidente de Estados Unidos, entre 1901-1909, quien rehusó disparar a un oso en una cacería preparada por sus ayudantes con fines promocionales. Fuente Wikipedia

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